sábado, 18 de abril de 2020



       El pasado 31 de marzo se cumplía un año de la manifestación que en esa fecha del año anterior reuniera en la capital de nuestra nación a más de cien mil personas contra la dura realidad de la despoblación que lacera a tanta parte del medio rural de nuestro país, esa España que al principio vinimos a llamar la España Vacía y hemos finalmente acabado nombrando, de manera mucho más ajustada a la realidad, la España Vaciada.
       La omnipresente realidad de la pandemia que nos azota relegó, ha relegado a un segundo término en los medios de comunicación y por ende en la atención ciudadana, la presencia de la conmemoración de aquel grito colectivo reclamando inversiones y un futuro en ese territorio para las nuevas generaciones. Pero esa realidad, esa dura realidad, sigue ahí como han recordado quienes organizaron la manifestación y por fortuna continúan trabajando para intentar que nuestra sociedad revierta tan discriminatoria e injusta situación.
       Y sigue ahí incluso puesta aún más de relieve por la propia crisis sanitaria que no ha hecho sino volver a evidenciar, con más crudeza si cabe que antes, las acusadas diferencias entre el deshabitado interior peninsular y las grandes aglomeraciones urbanas y las áreas costeras en sectores tan fundamentales para el propio existir de quienes en ellas aún –cada vez, por desgracia, menos y menos– viven o casi cabría decir que en ocasiones simplemente semiviven o sobreviven, en materia de infraestructuras sanitarias, comunicacionales y tecnológicas.
       Semiviven, sí, porque ¿se imaginan cómo estaría siendo esta cuarentena que tanto nos agobia para quienes, incluido quien esto firma, tenemos el privilegio de la condición de urbanitas, sin haber tenido como quien dice a pie de portal y, con las pegas que queramos ponerles, la atención sanitaria, las tiendas y supermercados de alimentación y productos básicos, el transporte público o, ¡qué demonios!, esa tecnología digital que si por un lado está permitiendo, mejor o peor, el teletrabajo de los adultos y la educación online de nuestros hijos, por otro nos ha mantenido socialmente interconectados? Simplemente por ejemplo, ¿qué, reconozcámoslo, hubiera sido de nosotros estos días sin videoconferencias, sin Instagram, sin Facebook, sin Twitter sin Tiktok y sin plataformas de contenidos de ocio o culturales?


      Pues eso, eso precisamente, eso y todo lo anteriormente reseñado y alguna que otra cosa más es lo que, entrando ya en la tercera década de nuestro bendito siglo XXI, y para vergüenza colectiva, les pasa a nuestros compatriotas asentados en una España que, si sigue así, pronto dejará de existir, incluso de ofrecernos la egoísta oportunidad de asentar en ella nuestras idílicas segundas residencias campestres.

       Por eso, por la radical injusticia de tan desequilibrada realidad social, cuando esto pase, y entre tantas y tantas cosas que tendremos que replantearnos y deberemos apañar en este nuestro asendereado país, no deberíamos olvidarnos de ello y, es más, deberíamos exigirnos, poner manos a la obra, desde el más modesto ciudadano de a pie hasta los poderes económico e institucional, para hacer frente a la aguda crisis funcional que tanta parte de nuestro medio rural padece y, en consecuencia, reclamar , cual lo hiciera el diputado de Teruel Existe Tomás Guitarte en el pleno del Congreso en el que se votaron la prórroga del estado de alarma y la convalidación de las nuevas medidas sociales y económicas y en nuestra propia provincia demandan colectivos como, entre otros, Cuenca Ahora, que ese pacto o esos pactos para la reconstrucción del país de los que tanto se habla y esperemos que realmente se alcancen, no deje atrás a esa España olvidada, a esa España en tan mantenida y perpetua cuarentena funcional, a la España Vaciada.


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NOTA DE REDACCIÓN:

Hemos creído adecuado publicar en nuestro blog el artículo de LAS NOTICIAS DE CUENCA escrito por el periodista conquense José Ángel García. Al ser de interés por su acertado análisis sobre los efectos de la pandemia del Coronavirus, conocido también como Covid-19, que tanto dolor y estupor ha causado en nuestra frágil pero soberbia y prepotente sociedad.

El título ya es de por sí una llamada a la reflexión colectiva "CUANDO PASE", que encierra una pregunta a toda nuestra colectividad, tanto a políticos como al común de los ciudadanos: ¿qué haremos cuando esta terrible pandemia pase? ¿cambiará nuestra sociedad, nuestro país, nuestra región, nuestra provincia?, ¿seremos capaces de construir una nación menos desigual en sus territorios, menos egoísta?, ¿Seremos capaces de acabar con la despoblación de este amplísimo territorio del centro de España que afecta a tantas provincias y regiones?

Sea cual sea nuestra opinión, nadie salvo nosotros mismos podremos dar la respuesta a estos interrogantes.


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 EN TARANCÓN: OPINIÓN Y CULTURA
18 de abril de 2020