El
pasado 31 de marzo se cumplía un año de la manifestación que en esa fecha del
año anterior reuniera en la capital de nuestra nación a más de cien mil
personas contra la dura realidad de la despoblación que lacera a tanta parte
del medio rural de nuestro país, esa España que al principio vinimos a llamar
la España Vacía y hemos finalmente acabado nombrando, de manera mucho más
ajustada a la realidad, la España Vaciada.
La omnipresente realidad de la pandemia
que nos azota relegó, ha relegado a un segundo término en los medios de
comunicación y por ende en la atención ciudadana, la presencia de la
conmemoración de aquel grito colectivo reclamando inversiones y un futuro en
ese territorio para las nuevas generaciones. Pero esa realidad, esa dura
realidad, sigue ahí como han recordado quienes organizaron la manifestación y
por fortuna continúan trabajando para intentar que nuestra sociedad revierta
tan discriminatoria e injusta situación.
Y sigue ahí incluso puesta aún más de
relieve por la propia crisis sanitaria que no ha hecho sino volver a
evidenciar, con más crudeza si cabe que antes, las acusadas diferencias entre
el deshabitado interior peninsular y las grandes aglomeraciones urbanas y las
áreas costeras en sectores tan fundamentales para el propio existir de quienes
en ellas aún –cada vez, por desgracia, menos y menos– viven o casi cabría decir
que en ocasiones simplemente semiviven o sobreviven, en materia de
infraestructuras sanitarias, comunicacionales y tecnológicas.
Semiviven, sí, porque ¿se imaginan cómo
estaría siendo esta cuarentena que tanto nos agobia para quienes, incluido
quien esto firma, tenemos el privilegio de la condición de urbanitas, sin haber
tenido como quien dice a pie de portal y, con las pegas que queramos ponerles,
la atención sanitaria, las tiendas y supermercados de alimentación y productos
básicos, el transporte público o, ¡qué demonios!, esa tecnología digital que si
por un lado está permitiendo, mejor o peor, el teletrabajo de los adultos y la
educación online de nuestros hijos, por otro nos ha mantenido socialmente
interconectados? Simplemente por ejemplo, ¿qué, reconozcámoslo, hubiera sido de
nosotros estos días sin videoconferencias, sin Instagram, sin Facebook, sin Twitter sin Tiktok y sin plataformas de contenidos de ocio o culturales?
Pues eso, eso precisamente, eso y todo lo
anteriormente reseñado y alguna que otra cosa más es lo que, entrando ya en la
tercera década de nuestro bendito siglo XXI, y para vergüenza colectiva, les
pasa a nuestros compatriotas asentados en una España que, si sigue así, pronto
dejará de existir, incluso de ofrecernos la egoísta oportunidad de asentar en
ella nuestras idílicas segundas residencias campestres.
Por eso, por la radical injusticia de tan
desequilibrada realidad social, cuando esto pase, y entre tantas y tantas cosas
que tendremos que replantearnos y deberemos apañar en este nuestro asendereado
país, no deberíamos olvidarnos de ello y, es más, deberíamos exigirnos, poner
manos a la obra, desde el más modesto ciudadano de a pie hasta los poderes
económico e institucional, para hacer frente a la aguda crisis funcional que
tanta parte de nuestro medio rural padece y, en consecuencia, reclamar , cual
lo hiciera el diputado de Teruel Existe Tomás Guitarte en el pleno del Congreso
en el que se votaron la prórroga del estado de alarma y la convalidación de las
nuevas medidas sociales y económicas y en nuestra propia provincia demandan
colectivos como, entre otros, Cuenca Ahora, que ese pacto o esos pactos para la
reconstrucción del país de los que tanto se habla y esperemos que realmente se
alcancen, no deje atrás a esa España olvidada, a esa España en tan mantenida y
perpetua cuarentena funcional, a la España Vaciada.
Hemos creído adecuado publicar en nuestro blog el artículo de LAS NOTICIAS DE CUENCA escrito por el periodista conquense José Ángel García. Al ser de interés por su acertado análisis sobre los efectos de la pandemia del Coronavirus, conocido también como Covid-19, que tanto dolor y estupor ha causado en nuestra frágil pero soberbia y prepotente sociedad.
El título ya es de por sí una llamada a la reflexión colectiva "CUANDO PASE", que encierra una pregunta a toda nuestra colectividad, tanto a políticos como al común de los ciudadanos: ¿qué haremos cuando esta terrible pandemia pase? ¿cambiará nuestra sociedad, nuestro país, nuestra región, nuestra provincia?, ¿seremos capaces de construir una nación menos desigual en sus territorios, menos egoísta?, ¿Seremos capaces de acabar con la despoblación de este amplísimo territorio del centro de España que afecta a tantas provincias y regiones?
Sea cual sea nuestra opinión, nadie salvo nosotros mismos podremos dar la respuesta a estos interrogantes.
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18 de abril de 2020