sábado, 11 de febrero de 2017

EL LIBRO DE CELIA ASTIZ




Celia Astiz Carranza
presentará en Tarancón su libro

Hace algunas semanas que publicamos un comentario sobre esta autora madrileña con fuertes lazos en Tarancón. Será el próximo día 10 de Marzo, en la Casa de la Cultura de Tarancón, de la mano de la Biblioteca Pública Luis Ríus, su libro EL ARMARIO DE LOS RECUERDOS Y LOS SUEÑOS.
Como muestra de su contenido, avanzamos el prólogo y uno de los capítulos. Es un libro entrañable e intimista que os gustará.
Podréis encontrarlo en Papelería Didak y en Tienda de las Palabras.







PRÓLOGO

Siempre me ha gustado escribir, pero lo hacía para mí, así daba rienda suelta a mis sentimientos, a mis pasiones, y me sentía libre de ataduras.  Guardaba lo escrito un tiempo, después, lo confieso, terminaba en una papelera porque no estaba preparada para que ese yo tan mío, que habitaba entre renglones, viera la luz, fuera conocido por los demás, se tornara vulnerable, o no se entendiera.
Superadas etapas de pudor y de miedo, tengo fuerza, también confianza, para caminar entre líneas por la cuerda floja, en el difícil mundo de las letras, he logrado saltar sin red y ese yo tan mío ahora quiero y necesito compartirlo.
Casi todo comenzó con Mi maleta de cuadritos, el primer relato. La maleta de cuadritos es mi corazón, mi cabeza, o dicho de otro modo, lo que siento y lo que pienso, visto con los ojos de una niña, yo misma, que paseaba por las calles de Tarancón, provincia de Cuenca, de la mano de mis padres, abuela, tíos, y primas. Una maleta con la que he viajado por mi infancia y adolescencia, salió de un gran armario, —mi vida—, durante mucho tiempo estuvo allí, y supo esperar paciente a que llegara su momento. Es una maleta que se abre al mundo, empieza a verter cientos de palabras con las que se llenan folios, éstos se convierten en historias, a veces reales, a veces ficticias, o una mezcla de ambas, todas terminan por reescribirse en un ordenador, y al final se transforman en este libro de recuerdos y sueños.
El armario de los recuerdos y los sueños, se gestó dentro de mí, como si de un hijo se tratase, fue creciendo en “útero literario”, donde adquirió  forma. Una vez cortado el cordón umbilical  ya tiene vida propia, lo seguiré queriendo y procuraré mimarlo, me ha enseñado mucho, me ha llenado de felicidad, de alegría y de paz,  pero no me pertenece, es vuestro, queridos lectores. Vosotros os acercaréis a él para leerlo, espero que el viaje por estas páginas sea interesante, entretenido y bonito.

Gracias a todos.



GARBANZOS NEGROS

¡Qué triste ser un garbanzo negro! Naces ya sin futuro, de todas partes te echan. Hacen comentarios crueles, como por ejemplo: «Ese chico es el garbanzo negro de la familia, los demás han ido a la universidad y el ahí lo tienes, ni oficio, ni beneficio, una carga para sus padres. Un vago, un desastre ¿cuándo bajará de las nubes y hará algo de provecho?».
Años atrás recuerdo que en muchos paquetes de legumbres aparecían piedras, y, sobre todo, garbanzos negros. Nos eliminaban directamente,  alguno  escapábamos y llegábamos al puchero, pero claro, eso de ser el garbanzo negro del cocido de una familia bien, daba mucho el cante, así que, destino inmediato: la basura.
He convivido con todo tipo de cosas en ese sórdido mundo de los desperdicios, restos de alimentos, muebles y trastos viejos, ¡si yo os contara qué universo hay en algunos fondos, no precisamente marinos…!, os quedaríais asombrados. A los de mi especie no nos queda nada por ver, ni por oír. Gente que se deshace de cosas en perfecto estado, y que otros soñarían con tener. Libros, sí, sí, hay quien tira libros. Una vez un colega y yo nos leímos: El licenciado vidriera, un  Cervantes, ¡nada menos! Pobrecillo D. Miguel, cuánta miseria hubo en su vida,¡ y ahora, después de muerto, resulta que es cuando está más vivo…! En otra ocasión nos lanzaron una enciclopedia de cocina. Aproveché para aprender a guisar, dejando de lado, el capítulo reservado a las legumbres, yo masoquista no soy. También he salido en el telediario. En la calle Alcalá, de Madrid, se cometió un asesinato, un perturbado mental, en un ataque de cólera asesinó a su madre con un cuchillo, después la descuartizo, y arrojó los restos en diversos contenedores a lo largo la calle, yo me hallaba en uno de ellos. Salí fuera de la bolsa de plástico, a respirar un poco, y en ese preciso instante me rocé con una pierna y un brazo de la difunta. ¡Qué horror!, cuando sentí el frío tacto de la muerte. No podía gritar el miedo que se había apoderado de mi yo redondo y negro. La policía encontró los trozos del cuerpo, y yo no perdí ni un minuto, me fui de allí rodando. Esta experiencia tan macabra ha sido la peor de mi vida. No obstante gracias a la huida, calle abajo, me quedé una noche a descansar en un felpudo, en la entrada de un restaurante,  tenía pinta de ser muy bueno. No sabía si habría un mañana o moriría aplastado, estaba agotado, me daba igual, sólo quería dormir. Tuve mucha suerte. Al despuntar el día, un cocinero abrió la puerta y me vio con mi cara de asustado, se agachó y me recogió del suelo, como quien atiende a un herido.
—Parece un garbanzo negro, ¡qué raro!, —se dijo para sí—, hace siglos que no veía uno.
El buen señor me llevó a la cocina y me dejó dentro de una taza de cristal. Frente a mí, un ejército de botes transparentes con legumbres:  judías, fabes, lentejas, ¡ah! y mis congéneres, a simple vista no aprecié ni uno negro.  La estrella era yo. El dueño del restaurante, un reputado cocinero, dos estrellas Michelín, no me quitaba ojo, venga mirarme, me estaba poniendo nervioso y colorado.  Empezó a hablar en su jerga con su mejor empleado, de los platos, las cocciones, las salsas, los marinados, etc.
—Esto del garbanzo, —comentó— se me está ocurriendo una idea. Entre nuestras propuestas culinarias no se encuentran los garbanzos. Se fue, muy pensativo.
—Lo tengo, lo tengo. Nuestro nuevo plato: «¡Garbanzos negros»!—dijo el dueño y chef—. La salsa será a base de… —Hubo una pausa, y en ese momento cogieron la taza donde me habían dado cobijo—. Tostaremos garbanzos, luego los someteremos a un proceso natural, que ya te explicaré, aquí nada de químicas, así adquirirán una tonalidad todavía más oscura, y el punto final se lo daremos con la salsa y una guarnición de lo más vanguardista. —Se pusieron ambos manos a la obra.
—Aquí está. Vamos a probarlo, ¡ñam!, ¡ñam! —exclamaron—  Buenísimo. Lo incluiremos en el próximo encuentro de gourmets.
Yo lo presencié todo. El plato decía cómeme, cómeme. La  presentación insuperable,  el olor, el color y la textura, era una invitación para el paladar más exquisito. Ese mismo día formó parte de la carta en un lugar preferente, fue un éxito entre clientes habituales, y nuevos, que gracias al boca a boca no se lo quisieron perder.  Ganó el primer premio en el encuentro de gourmets. Después llegó la tercera estrella Michelín.
Me siento muy feliz, la gastronomía madrileña nos ha devuelto la dignidad perdida, nos ha puesto en valor y ahora nadie desprecia los garbanzos negros.  Ya me puedo ir al otro barrio tranquilo. Si queréis degustarlos, el nombre y la dirección del Restaurante son: Balcón al Mediterráneo, en el Paseo del Pintor Rosales de Madrid. ¡Ah! por cierto, hacedlo con tiempo, la lista de espera es grande.  
Celia Astiz Carranza