miércoles, 26 de julio de 2017

HISTORIA Y PENSAMIENTO






 



EL MONO QUE SE CONVIRTIÓ EN DIOS

«Hace 70.000 años, ‘Homo sapiens’ era todavía un animal insignificante. Pero en los milenios siguientes se transformó en el amo de todo el planeta y hoy en día está a punto de convertirse en un dios, al adquirir no sólo la eterna juventud, sino las capacidades divinas de la creación y la destrucción».

Así concluye ‘De animales a dioses’, una obra monumental en la que el historiador israelí Yuval Noah Harari explora las claves del éxito evolutivo de nuestra especie. EL MUNDO entrevista al autor de un fenómeno editorial que ya se ha traducido a 20 idiomas y llega ahora a las librerías españolas.

Por Pablo Jáuregui
44 EL MUNDO. MIÉRCOLES 17 DE SEPTIEMBRE DE 2014

EM2 / CIENCIA

     «Nunca convenceremos a un mono para que nos dé un plátano con la promesa de que después de morir tendrá un número ilimitado de bananas a su disposición en el cielo de los monos».

      Para Yuval Noah Harari (Haifa, Israel, 1976), la diferencia crucial entre el primate humano y todos los demás animales de la Tierra es que los sapiens no sólo son capaces de imaginarse cosas que nunca han visto, tocado ni oído, sino además de convencer a muchas otras personas de que sus fantasías (por muy descabelladas que sean) son verdad. Cualquier chimpancé puede avisar a sus compañeros de manada sobre un peligro con un alarido específico que significa: «¡cuidado, un león!». Sin embargo, gracias a lo que este historiador israelí denomina «la revolución cognitiva», sólo los sapiens adquirieron la capacidad para inventar y proclamar la existencia de algo tan falso como extraordinariamente poderoso: «el león es el espíritu guardián de nuestra tribu». Para Harari, esta insólita capacidad para inventar ficciones y, sobre todo, para transformarlas en mitos compartidos por miles e incluso millones de personas, es la clave fundamental para explicar por qué «un simio insignificante» se convirtió en «el amo del planeta».
      En De animales a dioses (Debate/ Edicions 62), la monumental, provocadora y brillante Historia de la Humanidad que acaba de llegar a las librerías españolas tras vender más de 300.000 ejemplares en Israel y traducirse a más de 20 idiomas, Harari disecciona el gran «arma secreta» de nuestra especie: su insuperable capacidad para el autoengaño colectivo. «Un gran número de extraños puede cooperar con éxito si creen en mitos comunes», explica a EL MUNDO el profesor de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, formado en Oxford. «Y ésta es la razón por la que los sapiens dominan el mundo mientras las hormigas comen nuestras sobras y los chimpancés están encerrados en zoos y laboratorios».
      Hoy, a principios del siglo XXI, Harari está convencido de que nuestro poder es tan inmenso que incluso estamos adquiriendo las capacidades que tradicionalmente se han atribuido a las deidades de las religiones: «Cuando digo en el título que somos animales convertidos en dioses, lo digo en un sentido muy literal. En el siglo XXI, gracias a los avances de la ciencia y la tecnología, estamos a punto de apropiarnos de poderes que siempre se han considerado divinos, como la creación de vida, la eterna juventud, la transformación de nuestra propia naturaleza genética e, incluso, la capacidad de leer la mente mediante cerebros conectados por ordenadores». Pero la gran pregunta con la que se ha atrevido este historiador israelí en su libro es: ¿cómo hemos logrado todo esto en menos de 100.000 años, un minúsculo suspiro, si tenemos en cuenta los 3.800 millones de años que han transcurrido desde la aparición de los primeros seres vivos de nuestro planeta? Para Harari, la respuesta está clara: a diferencia de las manadas relativamente pequeñas de simios o de los clanes de neandertales, nuestra especie ha sido la primera capaz de forjar inmensas redes de cooperación a gran escala: tribus, iglesias, ciudades, imperios, naciones, organismos supranacionales, multinacionales globales... Pero nada de esto hubiera sido posible si los sapiens, como todas las demás especies, sólo pudieran transmitir información sobre cosas que realmente existen, como el peligro de los depredadores o los árboles donde crecen frutos.
      La verdadera clave de nuestra supremacía, según el exhaustivo relato que ofrece Harari en De animales a dioses, es que únicamente nuestra especie es capaz de inventar (y sobre todo de compartir a escala masiva), relatos imaginarios sobre entidades que sólo existen en nuestra fértil mente creativa, desde «el pueblo elegido de Dios» o el «espíritu del pueblo», hasta «la nación libre y soberana» de los estados modernos. «Los mitos son el motor más poderoso de la Historia de la Humanidad, porque han permitido y siguen permitiendo la cooperación de miles y hasta millones de personas. Si examinas cualquier caso de cooperación a gran escala, comprobarás que siempre está basado en algún tipo de relato imaginario. Las personas no tienen ningún instinto para cooperar con extraños y, por tanto, la colaboración en grandes grupos de individuos que no se conocen personalmente entre ellos siempre se basa en ficciones.
      Cuando un mito colectivo tiene éxito, su poder es inmenso porque permite a millones de extraños cooperar y trabajar juntos hacia objetivos comunes», explica Harari. Hasta tal punto esto es cierto, según el historiador israelí, que desde su «revolución cognitiva», los sapiens, de hecho, viven en una «realidad dual»: por un lado, la realidad objetiva de los leones y los árboles, sobre la que también se comunican muchos otros animales; y por otro, la realidad imaginada de dioses y espíritus tribales, ficciones que sólo entienden los imaginativos sapiens, la especie más cuentista, y por eso mismo –según Harari– la más poderosa.
     Hoy, conceptos como «el pueblo elegido de Dios» o «el espíritu de la patria» pueden sonar arcaicos, y quizás muchos piensen que la tesis de Harari sólo sirve para explicar las sociedades humanas del pasado, o las más retrógradas del mundo actual. Sin embargo, el historiador israelí considera que hoy, la importancia de los mitos colectivos para mantener la cooperación humana a gran escala sigue siendo igual de importante, aunque ahora las ficciones dominantes, al menos en los países occidentales, sean no sólo las de las viejas naciones, sino los ideales del «progreso», «la libertad», las «leyes del mercado» o los «derechos humanos», conceptos que para Harari son «igual de ficticios que los antiguos dioses» y «no existen en la naturaleza, sino tan sólo en nuestra propia imaginación». «Si intentáramos agrupar a miles de chimpancés en la plaza de Tiananmen, Wall Street, el Vaticano o la ONU, el resultado sería el pandemonio, pero hoy los sapiens se reúnen regularmente a millares en todos estos lugares», escribe Harari en su libro. «La verdadera diferencia entre nosotros y los chimpancés, tanto en el pasado como hoy mismo, es el pegamento mítico que une a un gran número de individuos, familias y grupos. Este pegamento nos ha convertido en dueños de la creación».

«La colaboración humana a gran escala ha sido posible gracias a nuestra extraordinaria capacidad para inventar mitos colectivos como ‘el espíritu de la tribu’».

«Vivimos en una realidad dual: la realidad objetiva de leones y árboles, y la realidad imaginada de ficciones como dioses, naciones y leyes del mercado».

«Lo que nos diferencia de los chimpancés es el pegamento mítico que une a grandes grupos de individuos y nos ha convertido en los reyes de la creación».

«Ni la revolución agrícola, ni la científica, ni la industrial hubieran sido posibles sin la colaboración entre millones de personas unidas por ideales comunes».

«El éxito evolutivo de nuestra especie se debe a que miles y hasta millones de ‘sapiens’ son capaces de cooperar aunque no se conozcan entre ellos».

     El historiador israelí no niega la importancia de otras habilidades humanas que también fueron determinantes a la hora de explicar nuestro éxito evolutivo, como la capacidad para fabricar y usar utensilios, que posteriormente nos llevaron a las otras grandes revoluciones en la Historia de la Humanidad: la agrícola, la industrial y la científica. Pero Harari insiste que todas estas grandes transformaciones jamás hubieran sido posibles sin que primero miles y después millones de extraños colaboraran juntos y estuvieran dispuestos a sacrificarlo todo, incluyendo sus vidas, por la colectividad. «Einstein era mucho menos diestro con sus manos que un antiguo cazador-recolector. Sin embargo, nuestra capacidad de cooperar con un gran número de extraños ha mejorado de manera espectacular», explica el historiador. Pero aunque Harari tenga razón y resulte innegable que el «pegamento social» de los mitos ha sido un factor crucial en el éxito evolutivo de la especie humana, también es evidente que en muchos momentos de la Historia y, por supuesto, hoy mismo, las mitologías del sapiens también han provocado la muerte de millones de personas. No hay más que fijarse en el conflicto sangriento que se sigue sufriendo ahora mismo en la tierra del propio Harari entre israelíes y palestinos. Cuando se le pregunta sobre este paradójico lado oscuro de las ficciones colectivas, tan poderosas y a la vez tan potencialmente destructivas, el historiador responde: «Si consigues una red de colaboración a gran escala, necesitas que todos sus miembros se crean la misma historia. Pero con frecuencia no consigues que toda la gente se crea el mismo relato, y se generan dos o más grupos, cada uno de los cuales se cree un relato diferente, y con frecuencia antagónico. De hecho, la mayoría de las guerras en la Historia se generan por culpa de conflictos generados por relatos antagónicos, y no se deben a una lucha por recursos». Según Harari, en el conflicto entre israelíes y palestinos «no hay escasez de comida entre el río Jordán y el Mediterráneo». El problema es que hay dos comunidades que rigen sus vidas con «mitologías incompatibles», y de momento «nadie ha sido capaz de reconciliar estas historias antagónicas con un nuevo relato integrador». Pero en todo caso, a pesar del innegable potencial destructivo que pueden desatar las ficciones colectivas, Harari insiste en que siguen siendo indispensables para mantener la cooperación a gran escala en las inmensas sociedades de sapiens. Sin embargo, ¿no sería mucho mejor para el futuro de la Humanidad la expansión de relatos colectivos menos ficticios que los del pasado y más realistas, que dejaran de invocar a dioses y a otras entidades cuya existencia es indemostrable? Ante esta pregunta, Harari insiste que «algún tipo de religión sigue siendo necesaria para el mantenimiento de la cooperación social a gran escala», aunque su concepto de «religión» incluye no sólo a los «dioses» tradicionales, sino también a otras ficciones mucho más modernas: «Las religiones afirman que las normas y las leyes hay que obedecerlas no porque han sido inventadas por humanos, sino porque viene impuestas ‘desde arriba’. Y cuando afirman esto, el significado de ‘arriba’ puede referirse a los dioses, o a las leyes de la naturaleza.
     Algunas religiones, como el cristianismo o el islam, basan la obediencia de las normas y las leyes en una creencia en dioses. Pero otras religiones, como el marxismo, el capitalismo o el liberalismo se basan en supuestas ‘leyes naturales’ que sólo existen en nuestra imaginación». De hecho, para Harari, otro de los dioses de la modernidad ha sido y sigue siendo «la nación soberana», pero cuando se le pregunta sobre lo que está pasando ahora mismo en Escocia y Cataluña, le resta importancia: «Los sentimientos nacionalistas siguen siendo poderosos, pero muchísimo menos que hace 100 años. Si piensas en la Europa de la I Guerra Mundial, los franceses, los alemanes o los ingleses estaban dispuestos a sacrificar millones de vidas por su patria. Pero hoy el nacionalismo en Europa es infinitamente más débil, ha surgido con fuerza un relato sobre la identidad europea, y apenas nadie está dispuesto a sacrificar la vida de sus soldados en una guerra como hace un siglo. Sinceramente, dudo mucho que si Escocia o Cataluña declaran su independencia, el Ejército británico o español envíe tropas. Ni los británicos ni los españoles estarían dispuestos a sacrificar miles de vidas por estos conflictos».
     Harari tiene claro, en todo caso, que los grandes problemas que la Humanidad tiene ahora sobre la mesa son globales, y que ningún estado nacional puede afrontarlos por sí solo. «Hoy, los desafíos a los que no enfrentamos son planetarios: la crisis económica, el cambio climático, y los riesgos de nuevas tecnologías como la manipulación genética, la creación de vida artificial o el desarrollo de algoritmos que van a hacer nuestro
trabajo mejor que nosotros». Por eso, sin duda lo que nuestra especie necesita son libros tan valientes como el de Harari, que se ha atrevido a abarcar la Historia de toda la Humanidad y ofrece un relato mucho más honesto sobre quiénes somos y de dónde venimos, que las viejas ficciones tribales o nacionalistas.
     De animales a dioses concluye con una inquietante reflexión: «A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre... Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder». Ojalá el éxito mundial de este libro ayude a los sapiens a orientarse un poco mejor en el laberinto del siglo XXI, para afrontar con mayor éxito los desafíos del futuro.

«La mayoría de las guerras, como la que enfrenta a israelíes y palestinos, no son luchas por recursos, sino conflictos entre mitos o relatos antagónicos».

 «Algún tipo de religión, aunque ya no se base en la idea de un dios sino en ‘leyes naturales’, sigue siendo necesaria para mantener la cooperación a gran escala».

«La nación sigue siendo un dios poderoso, pero infinitamente más débil que en la Europa de la I Guerra Mundial, cuando millones se sacrificaron por la patria».

«Los desafíos del mundo actual, como la crisis económica y el cambio climático, son globales, y por lo tanto, ningún estado puede afrontarlos por sí solo».

«Los ‘sapiens’ somos hoy más poderosos de lo que nunca fuimos, pero estamos tan descontentos como siempre y no sabemos qué hacer con todo nuestro poder».


El historiador israelí Yuval Noah Harari, autor del libro ‘De animales a dioses’.


miércoles, 19 de julio de 2017







¿ESTUVO EN UCLÉS EL GERMEN DE LA
PRIMERA UNIVERSIDAD DE ESPAÑA?

Por Raúl Amores Pérez


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      Hace sólo unos días, me llegó por WhatsApp este artículo de Raúl Amores Pérez, con un cortísimo preámbulo: "Por si es de tu interés".
      Durante los casi cuarenta años que he aprendido y ejercido el oficio de impresor y después de haber imprimido muchos libros y artículos sobre Uclés y la Orden de Santiago, era la primera vez que leía algo parecido. Lo releí con fruicción y pensé que no era justo que sólo unos pocos privilegiados conociésemos esta exhaustiva y concienzuda investigación. Inmediatamente, le escribí pidiéndole permiso para publicarlo en nuestro blog para que tuviese al menos, una difusión comarcal, aunque me consta por las visitas, que ya lo leen ciudadanos de muchos lugares de España.
      Espero que sea de vuestro agrado y os sorprenda tanto como a mí me sorprendió.


P. López Ocaña
En Tarancón: Opinión y Cultura


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      Hace poco que hemos terminado el curso escolar, por lo que quizá sea bueno que traigamos este tema a colación, de cara al inicio del curso que viene.

 ¿Por qué nunca oímos nada sobre que, quizá, es en nuestra tierra, precisamente, donde germinó la idea de crear la primera Universidad de España o “Studium Generale”?

¿Por qué, en una tierra que supo aglutinar los saberes de las tres religiones, rescatarlos y difundirlos por toda Europa, no se pone en valor que también, aquí, quizá, y siempre digo quizá, se creó el principio impulsor, con el apoyo real, para que pudiera surgir la primera Universidad española?

¿Universidad? o ¿Escuelas?...  ¿En Uclés? ¿En 1179?

Este interrogante surgió en mí (y en algunos otros) y se mantiene (¿o no?), por un enigma curioso que apare en el Fuero de Uclés, de 1179, que señaló que “Et posada non prendat scolano a forçia in casa de clerigo nec de cavallero”.

¿Escolanos en Uclés en 1179?

¿Qué significa “escolano”? ¿Qué consecuencias podemos deducir de ello?


PERO, ¿QUÉ ES UN “STUDIUM GENERALE”?

Cuando hablamos de “Studium Generale” no estamos disertando sobre una seudo-Escuela Palatina o Aula Regia, como la que todas las cortes reales tuvieron desde la época visigoda para educar a los infantes e hijos de los nobles de la corte, siempre itinerante, como la propia corte, y que pervivió hasta el renacimiento.

No reflexionamos sobre la creación de una seudo-Escuela catedralicia o episcopal, raíz y pilar sustentador de las Universidades, con fines estrictamente formativos en materia religiosa, porque Uclés siempre dependió del obispado de Cuenca.

No hablamos de una Escuela Urbana o Local como la que muchos municipios tuvieron, dedicadas a enseñar las primeras letras suficientes para saber leer y escribir. No, porque, entre otras cosas, sabemos que el rey Sabio marcó muy bien las difrencias entre el “Studium Generale” y el “Studium” local: en el primero hay “maestros de las artes así como de gramática, e de lógica, e de retórica, e de arismética e de geometría, e de astrología (...),  maestros de decretos, señores de leyes...” (esto es, maestros para cada una de las enseñanzas generales de las Facultades, incluidas teología derecho y/o medicina) y en el segundo sólo nos encontramos con un maestro que en una villa enseña a unos pocos escolares. 

Por tanto, estamos considerando, para nuestro caso, al decir “Studium Generale”, un lugar fijo y concreto para la enseñanza, sin itinerancia ni al calor de una catedral o convento (en Uclés), dirigida ésta abiertamente a la recepción de escolares (fundamentalmente hijos de caballeros y nobles, pero no sólo) de todas partes del reino pero exclusivamente de la Orden (no sólo de la localidad o entorno), donde se enseñan las artes liberales y alguna disciplina superior (sin poder determinar si derecho romano y canónico) por parte de diversos magistros (a ser posible uno por materia, no necesariamente clérigos sino también legos; no necesariamente cristianos, sino también judíos y árabes).

Posteriormente, a lo largo del siglo XIII se irán adhiriendo nuevos elementos a las características del “Studium”, generando así las primeras universidades propiamente dichas, con el concepto de apertura a los estudiantes de cualquier país, con “licentia ubique docendi”, con estatutos propios para los estudiantes y maestros, etc. Pero este no es nuestro caso, pues estamos haciendo mención a un período concreto: el último cuarto del siglo XII, en unas tierras donde no existía la tradición de organización y enseñanza de los estudiantes boloñeses, dedicados al derecho, o de los maestros parisinos dedicados a la teología, aunque se optara finalmente en España  más por el modelo primero, dada la necesidad de formar juristas y letrados.

La regulación en Castilla de quién podía crear un “Studium Generale” (esto es, una Universidad) fue determinada mucho después, en el siglo XIII, en las “Siete Partidas” de Alfonso X el Sabio (Segunda Partida. Título XXXI: "De los estudios en que se aprenden los saberes, e de los maestros e de los escolares", Ley 1): “debe ser establecido por mandado de Papa, o Emperador o de Rey”.  

A Uclés, lógicamente, no se le puede exigir cumplir con un requisito que fue creado a posteriori de la fundación de su –posible- “Studium”, pero aún así, será originado por mandato real, cumpliendo con uno de los futuros preceptos.  En efecto, se ha señalado que fue Alfonso VIII, a finales de la década de los 70 del siglo XII (casi cien años antes de esta Ley), quien en Uclés, tras el cerco para la conquista de Cuenca, y a petición del primer maestre de la Orden, D. Pedro Fernández de Castro, creará el primer “Studium Generale” de España.

Como nos recuerda el profesor Álvarez de Morales
«Este nombre [de ‘studium generale”] no tiene inicialmente una significación técnica o legal. Inicialmente ‘studium generale’ es fundamentalmente una frase descriptiva, el ‘studium’ indica una escuela organizada para facilitar el estudio y ‘generale’ se refiere a la naturaleza general o universal de los sujetos que en él estudian no sólo por el número de ellos, sino por la habilidad de la escuela para atraer estudiantes de diversas regiones».[1]

Esta afirmación la crítica suele pasarla por alto, o no apreciarla, o despreciarla por considerarla incierta. Más aún si, además, alguien tiene el atrevimiento de manifestar que de este “Studium” quizá surgieron importantes hombres letrados para la corte, y que se constituyó en el motor fundamental para la creación de la Universidad de Palencia, tiempo después, se le tacha de inculto.

Nosotros, aunque partimos de la afirmación de que, efectivamente, Uclés no fue la primera “universidad” de España, quizá sí que pudo ser “el huevo y la gallina” que motivara y ocasionara la decisión de la puesta en marcha de la  primera “universidad” española.


¿POR QUÉ EN UCLÉS Y CUÁNDO?

La localidad de Uclés, obtenida mediante acuerdo por el rey Alfonso VII de Castilla y León con el rey Lupo de Valencia y Murcia, en 1157, y dada en depósito inicialmente por el rey de León Fernando II a la Orden de San Juan, será cedida después por el rey castellano Alfonso VIII, “sedendo seniorem de suo regno dompno Alfonso VIII dedit Ucles ad magister P. Fernandez et ad fratribus suis ex Militie Sancti Iacobi, et dedit illam eos per hereditate”[2], el 3 de enero de 1174 en Arévalo[3], a la recién creada Orden de Santiago, pasando a ser esta localidad cabeza de la de la misma (“caput ordinis”), una vez que fue investido como Gran Maestre Pedro Fernández y confirmada la Orden por el papa Alejandro III el 5 de julio de 1175.[4]

Este hecho es muy importante, dada la nueva perspectiva y situación que se originará con el cariz de desplazamiento de los intereses de la Orden, desde León y las tierras extremeñas a Castilla, Uclés y las tierras manchegas. En efecto, como se recoge en la bula del papa Alejandro III, en tierras castellanas la Orden ya disponía de las tierras de diversos municipios de la parte sur de Madrid y Guadalajara, expandiéndose hacia la provincia de Toledo y Cuenca, a un lado y otro del Tajo: Alfarilla, Oreja, Mora, Villarejo de Salvanés, Estremera, Alcázar, Almodóvar, Larunda, La Zarza... Es decir, desde la confluencia del Jarama y el Tajo hasta Hontígola, y desde aquí, por Ocaña hasta Alharilla y la unión del Tajo con el Jarama. Desde estos territorios luego se expandió hacia el Este: Cuenca y Albarracín; al Sur: Zafra, Alarcón, Alconchel, y después al suroeste buscando las tierras andaluza y murcianas. Todo ello, como decimos, buscando nuevos territorios en tierras castellanas en detrimento de las leonesas y portuguesas, como fue su origen.

Lo cierto es que, una vez tomada posesión de Uclés a finales de enero de ese año 1174, y consagrada su iglesia a Santiago por el arzobispo de Santiago de Compostela el 26 de febrero, esta villa y castillo será el referente para la Orden y los nuevos caballeros que se le iban incorporando. Es así como esta localidad, a través de su Gran Maestre y con el favor del Rey Alfonso, creó  entre el año 1174  y el año del otorgamiento de Fuero a sus vecinos, en  1.179[5], el posible “Studium Generale”,  fecha bastante anterior a la de la creación en Palencia de su “Studium Generale”, por decisión real, del mismo modo como lo serán las siguientes.

Y establecemos para Uclés esta fecha, entre 1174-1179, para la creación de su “Studium”, porque será en ese fuero de 1179 donde se haga referencia a sus escolares.

Consecuentemente, el de Uclés, de creación más temprana que el de Palencia, será quien inspire a éste, pues fue reconocido eclesiásticamente en 1208 y civilmente en 1212 por Alfonso VIII, para adquirir la condición de  universidad en 1220 con la bendición del papa Honorio III; y que éste, a su vez, fue modelo para el de Salamanca, en 1218, por deseo de Alfonso IX, pasando luego a ser considerado definitivamente como “Universidad” por decisión de Alfonso X en 1254 y Alejandro IV en 1255;  así como el ‘Studium’ de Valladolid creado en 1224 será considerado Universidad en 1264 (por Castilla, que no por el papado, que sólo tras insistir Alfonso XI consiguió bula papal de Clemente VI, el 31 de julio de 1346, y sólo como ‘studium’ en el que se “enseñasen todas las Facultades, excepto la de Teología”, por lo que en la bula se califica al ‘studium’ como “particular” )[6], o el studium de Valencia que fue concedido por el papa Inocencio IV, etc.

Dice al respecto A. Rucquoi que:
«La fundación del ‘estudio general’ de Palencia hacia 1180 por Alfonso VIII, la fundación de la universidad de Salamanca en la época de Fernando III y Alfonso el Sabio, y luego la de Valladolid por Alfonso el Sabio se inscriben pues dentro de la larga tradición del ‘rex magister’. En la Península ibérica, la educación es el deber del rey, no de la Iglesia. La universidad de Palencia estuvo a punto de desaparecer durante los años de guerra civil que marcaron el corto reinado de Enrique I (1214-1217), y fue restaurada a partir de 1220 por el obispo de la ciudad, Tello Téllez de Meneses, quien le dio una orientación distinta, más cercana al modelo parisino. Las artes, la lógica, la filosofía y la teología predominaron en esta segunda etapa del ‘studium’. Pero la muerte del obispo y los problemas surgidos entre sus sucesores, el rey y los vecinos de la ciudad acabaron con la vida del estudio en los años 1260. Palencia se encontraba, en 1180, en Castilla. Hacia 1218, cuando la guerra civil parecía haber destruido el ‘studium’ castellano, el rey de León Alfonso IX creó en Salamanca otro "estudio". La recuperación de Palencia, sin embargo, no le permitió florecer y, en 1243, Fernando III tuvo que recrear el ‘studium’ de Salamanca, concediendo a sus maestros y estudiantes diversos privilegios de exención. El 8 de mayo de 1254, Alfonso X concedió solemnemente unos estatutos a la que llamó "universidad del estudio" de Salamanca y consiguió del papa Alejandro IV en 1255 que le diera la ‘licentia ubique docendi’, la autorización a sus doctores de enseñar en cualquier universidad de la Cristiandad (...) El mismo Alfonso X instituyó además ‘studia’ en varias otras ciudades de su reino, con una orientación precisa: el derecho en Valladolid - donde el ‘studium’ fue probablemente fundado hacia 1255-1260 -, en Sevilla el árabe y el latín, en Murcia las artes y la medicina. Sólo sobrevivió durante la Edad Media el ‘studium’ de Valladolid que, a finales del siglo XIII, tenía el título de ‘studium generale’, o sea de universidad y recibió, en 1346, el privilegio papal de la ‘licentia ubique docendi’».[7]


¿POR QUÉ SE DECIDIÓ CREAR EL “STUDIUM” DE UCLÉS?

Detalló sobre esta cuestión el padre T. Minguella, a principios del siglo XX, que:
«(...) viéndose España poco menos que precisada a tener que servirse de extranjeros para el desempeño de embajadas fuera del Reino, a veces para el régimen espiritual de la diócesis y para el manejo y acertada dirección de la Real Cancillería, como lo prueban los nombres de Hugos, Geraldos, Arnaldos y otros que por aquellos tiempos eran frecuentes en la expedición de las Cartas Reales. Un sentimiento de dignidad comenzó a despertarse a mediados del siglo XII, y se pensó en crear escuelas de artes liberales donde, sin dejar la noble y entonces necesarísima profesión de las armas pudiesen adquirir otros conocimientos a fin de que surgiese personal idóneo para el desempeño de los más importantes cargos de la Nación.
Uno de los que fomentaron y vulgarizaron esta hermosa idea de la educación colegiada de la juventud fue el venerable Maestro fundador de la Orden Militar de Santiago, D. Pedro Fernández, que, aprovechando la circunstancia de hallarse reunidos muchos Prelados y magnates del Reino con ocasión del cerco de Cuenca, habló calurosamente en favor del proyecto y halló a todos, como no podía [ser] menos, dispuestos a secundarlo y realizarlo. Desde luego convinieron en fundar escuelas en Uclés para los hijos de los Caballeros y uno de los primeros Maestros elegidos para aquella empresa fue nuestro D. Arderico, que, según dice Agurleta, era a la sazón individuo de aquella egregia Orden, y en quien brillaba un gran caudal de ciencia y vastos conocimientos».[8]


CLÁUSULA DEL FUERO DE UCLÉS HACIENDO REFERENCIA A LOS ESTUDIANTES.

Este López Arguleta mencionado, en el s. XVIII, dedicará en su obra “Vida del venerable fundador de la Orden de Santiago“, sendos capítulos sobre el “Fuero y leyes de Uclés como villa y como Universidad” (el cap. XXXI) y “De los primeros discípulos de las Escuelas de Uclés” (cap. XXXII).   En ellos sostiene que:
«Y por ser Uclés ya villa, con escuelas y escolanos o estudiantes, hijos de Grandes y de los más poderosos del Reyno, capaces de hacer fuerza a sus vecinos, puso la Ley siguiente: "et concedo vobis vostras casas, et vostras heredades; e posada non prenda escolano a forcia in casa de clerigo, nec de cavallero. Et senior de villa non prenda nulla casa a forcia, nisi de suo comparata".
Esta Ley es el principal Privilegio de Estudiantes, en villa destinada para Universidad; pues dexando libres las casas de clérigos y de cavalleros, podían elegir posada en qualquier otra casa, lo qual no podía el Señor mismo de la Villa. Confirmó y alabó esta Ley, con las demás del Fuero, el Noble Rey Don Alfonso en Toledo el mes de marzo de 1179. Y con él también la confirmaron los tres principales de su corte: Roy Gutierrez, su Mayordomo; Gómez Garcia, su Alférez; y Pedro de Arazur, ricohombre, y uno de los sabios de su reino, aunque aragonés de origen. Y assí esta Ley o Privilegio es el que se estendió y comunicó a otras universidades, que después se fundaron, porque en este año no havía otra en España, siendo nuestro don Pedro el primero en ella, a quien los doctos hijos de sus universidades deben tan honrado y provechoso pensamiento". [9]

Esta línea argumental la mantendrá Guillamas, en el siglo XIX, añadiendo que:
«El fuero de Uclés fue dado por el Rey de Castilla y su mujer la Reina Doña Leonor en 1179, y en él se dice, que por ser villa con escuela y escolanos o estudiantes, hijos de Grandes y de los más poderosos del reino, les puso cierta ley como principal privilegio de estudiantes en villa destinada para universidad, cuya ley confirió y alabó con las demás del fuero el noble Rey Don Alonso, en Toledo el mes de marzo de dicho año de 1179, y fue estudiada y comunicada a otras universidades que después se fundaron, porque en dicho año [no] había otra abierta en España; siendo el primero en ella Don Pedro, a quien los doctos hijos de sus universidades deben tan honrado y provechoso pensamiento». [10]

Y de la que se hará breve eco nuestro paisano recién fallecido, Dimas Pérez Ramírez:
«de modo que era villa de estudiantes y no de cualquier clase, sino precisamente de nobles, puesto que puede tener posada en ella cualquier estudiante o escolano en la casa que más le conviniere, no siendo de clérigo o de caballero (...) No cabe duda de que por lo menos unos estudios generales de aquellos que fueron el fundamento de muchas universidades sí que puede admitirse que se trató de implantar en Uclés».[11]


¿CON QUÉ ESCOLARES CONTÓ UCLÉS?

Creado el “Studium Generale”, ¿con qué escolares contó?  A decir de Gallego Blanco, resumiendo lo expuesto por López Arguleta:
«Algunos magnates enviaron a sus hijos a ser educados a Uclés. Este fue el caso de D. Gonzalo de Marañón[12], D. Rodrigo Gutiérrez y D. Tello Pérez. Los tres hijos de Gonzalo de Marañón entrarán luego en la Orden [de Santiago], y uno de ellos se convirtió en el sexto maestro. El Maestro Fernando González de Marañón (1206-1210)[13] intercambió una muy curiosa correspondencia con el Papa Inocencio III. De los seis hijos de Rodrigo Gutiérrez, Mayordomo del rey, Gutierre Ruiz se convirtió en Canciller de Castilla en 1183, entonces obispo de Segovia, y murió en la batalla de Alarcos en 1195. Su hermano Alvaro Ruiz entró en la Orden y se le dio un puesto de Tesoro. Los otros dos hermanos, Gonzalo y Rodrigo, también llegaron a ser prominentes hombres en la corte. El primero fue Mayordomo [real] como su padre, y el segundo será Canciller de Castilla, peleando con su ex-compañero de clase de Uclés, D. Alvaro de Lara. D. Tello Pérez también educó a sus cinco hijos en Uclés. Uno de ellos, Tello Pérez se convirtió en obispo y reformó el Estudio General de Palencia, que más tarde será trasladado a Valladolid.
Es evidente que Uclés se convirtió en la sede de un estudio general. Cuando D. Pedro Fernández, primer maestro y fundador de la Orden, dio un fuero a Uclés  en 1179, éste incluía una cláusula respecto a los estudiantes. Esta cláusula tendrá una continuación dichosa, ya que fue adoptada por todas las constituciones de las universidades españolas que fueron fundadas después. En 1185, un año después de la muerte de D. Pedro Fernández, el rey Alfonso VIII decidió fundar un estudio general en Palencia. Él eligió para organizarlo al obispo de la ciudad, D. Arderico, ex profesor en Uclés».[14]


 ÉXITO INICIAL DE LAS ESCUELAS DE UCLÉS.

La creación de estudios en Uclés dice J. López Argurleta que fue de tal magnitud que
  'llegó a ser estrecho campo el de Uclés a los pocos años para deseosos de letras, aun de solos hijos de Grandes y Cavalleros de la Orden, sin poderse dexar de admitir también algunos del Reyno de León'. Y  assí el año de 1185, siguiente al que murió D. Pedro, teniendo el Rey la Semana Santa en Uclés, se dieron las Providencias, ya antes meditadas, de poner Escuelas más Generales en Palencia, ciudad capaz y puesta entre los Reinos de Castilla y León. De esto parece haberse encargado Dn Arderico, Maestro primero en Uclés, y Obispo recién trasladado de Sigüenza a Palencia, y D. Fernando Díaz, antes Comendador de Uclés y Maestre sucessor de Don Pedro (...) No fue esto traslación de Escuelas, porque en Uclés prosiguieron las de Armas y Letras; pero débense a uestro don Pedro, en él y en estos dos hijos, Don Arderico y Don Fernando, los principios, frutos y progressos de unas y otras." [15]


BREVEDAD DE LAS ESCUELAS  DE UCLÉS.

¿Por qué desapareció el “Studium Generale”? Quizá, a decir de algunos, porque ni llegó a constituirse, puesto que quien se dice que fue el cabeza de los profesores del ‘Studium’ de Uclés, Arderico, supuestamente daría clases durante tan solo ¿tres, cuatro meses?, pues inmediatamente pasó a ser Obispo de Sigüenza (1178-1184)[16], y luego de Palencia (1184-1208)[17].
Y será en su última diócesis, en la tierra que le vio nacer, pues según el padre Minguella era natural de Frómista[18], donde promueva la nueva universidad palentina, apoyándose en la escuela catedralicia, primero, e impulsada luego por su sucesor, el obispo Tello Téllez. Así, entre éste y el nuevo Comendador de Uclés, el Maestre de la Orden D. Fernando Díaz, apoyados por el magister de la cancillería alfonsina D. Gerardo (arcediano también de Palencia y notario real entre 1178 y 1184) se hará desaparecer la idea de creación de un  “studium” ucleseño en pro del nuevo palentino[19], donde, a decir del arcediano de Alcor, Alonso Fernández de Madrid, estudiaron santo Domingo de Guzmán y san Julián de Cuenca.
De hecho, con el beneplácito del rey y su apoyo, como señala el arzobispo Jiménez de Rada, éste hizo traer a sabios de las Galias y de Italia a Palencia, para que nunca faltara en su reino el culto del saber:
"sapientes a Gallis et Ytalia conuocauit, ut sapiencie disciplina a regno suo nunquam abesset, et magistros omnium facultatem Palencie congregauit, quibus et magna stipendia est largitus, ut omni studium cupienti quasi manna in os influeret sapiencia cuiuslibet facultatis"
(esto es: “Hizo buscar a sabios de las Galias e Italia para que el culto del saber nunca faltara en su Reino, y reunió en Palencia a los maestros de todas las materias (omnium facultatum), a los que concedió amplias remuneraciones (magna stipendia) para que la sabiduría de cualquier materia fluyera como el maná).
 [Jiménez de Rada´, Rodrigo. De rebus Hispaniae. Liber VII, Cap. XXXIV., ed. J. Fernández Valverde, Historia de los Hechos de España. Madrid: Alianza, 1989, pág. 302].  
Estos nuevos maestros, más al menos los ocho existentes en el Aula Catedralicia, harán desaparecer la Universidad de Uclés, teniendo una máxima expresión con la reforma del obispo Tello Téllez[20] .
Mas luego, como le pasó a Uclés, con Alfonso X se trasladarán los intereses universitarios de esta localidad a Valladolid, perdiendo Palencia también su capacidad docente[21].


RECHAZO A LA EXISTENCIA DE ESTE ‘STUDIUM’ EN UCLÉS.

G. Martínez es uno de los que más firmemente rechazan la existencia de un “studium” en Uclés. Taxativamente nos señala que “la supuesta existencia de unas Escuelas o Estudio General en Uclés” es radicalmente incierta, pues se basa en diversos argumentos no veraces, fundamentalmente en que el Fuero de Uclés hace mención a escolares, empleando el término “scolano”. Según él, de este texto, que está presente también  en el fuero de Carcastillo, copiado a su vez del fuero de Medinaceli, alrededor de la década de los 40 del siglo XII, nadie deduce que el término “scolanos” haga referencia a la existencia de ningún “Studium” tanto en Carcastillo como en Medinaceli, por lo que  este “scolano”

«desde luego no era un escolar, puesto que el hospedaje en casa de peón se limitaba a tres días. Resulta evidente que de este artículo del fuero de Uclés no cabe deducir la existencia de ningún ‘Estudio General’ en la villa.
Además en ningún documento de la Orden de Santiago del siglo XII, ni más en concreto en los de la encomienda de Uclés, documentación por otra parte hoy bien conocida, ha quedado la menor huella de la existencia de un Estudio General, ni de la presencia de estudiantes tanto en la villa como en el convento de Uclés, aunque no negamos que en ese convento como en cualquier otro monasterio del reino podrían haberse formado los freires clérigos de la Orden. En este caso hipotético estaríamos ante una escuela interna conventual, como las de otras varias docenas de conventos y monasterios, escuela que en modo alguno puede ser calificada como Estudio General o Universal».[22]

Pero a esto tenemos que hacer algunos reparos:
1)      no tiene en cuenta G. Martínez que a Carcastillo le fueron otorgados los mismos fueros que a Medinaceli, «sin hacer más variaciones que la de poner en lugar de Medina, ‘Carcastello’. Prueba esto, uno de los párrafos que dice: ‘Forus senior Aznar Aenarez e su generación per foro de Medina, así es foras Gonzalbo Munnez e suos filios qui populaverint Medina’; y la conclusión: ‘Talem fuero, quale in ista carta est scriptum, talem habemus nos concilio de Medina... Elber era alcait de Medina quando fuit ista carta scripta’ [es decir, habiéndosele olvidado al copista sustituir Medina por Carcastello]».
[Cfr.: Muñoz y Romero, Tomás. Colección de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra. Madrid: José María Alonso, 1857, pág. 470].
2) Que el fuero de Uclés es heredero del de Sepúlveda, no del de Medinaceli.
3) Que según indicó I. Jordán de Asso, “En el año 1179, por mandado del rey don Alonso el noble, dio fueros a la villa de Uclés el primer maestre de la caballería de Santiago don Pedro Fernández, según lo expresa Agurleta en su vida[23], ‘Appendice’, pág. 35, del qual trasladó esta noticia Bernabé de Chaves en la alegación por el dominio solariego de aquella orden[24], fol. 31 y 32; añadiendo que le comunicó este mismo maestre a la villa de Extremera, y después su sucesor don Sancho Fernández a la de Fuente del Sauco a 6 de los idus de setiembre de 1194. Por esta regla, habiéndose concedido a los vecinos de Uclés, después de varias exenciones particulares, el fuero de Sepúlveda, como se expresa en aquella escritura, es consiguiente que se extendiese este mismo a las dos villas de Extremera y Fuente del Sauco”.[25]
Por tanto, se concedió el mismo fuero de Uclés a diversos lugares conquistados por la Orden, en años sucesivos: Estremera, antes de 1184, puesto que se lo dio Pedro Fernández[26]; Fuente el Sauco, en 1194, por el maestre Sancho Fernández[27]; Huélamo, entre 1206-1210, por el maestre Fernando González de Marañón; Montealegre, entre 1217 y 1221, por el maestre Martín Peláez; etc... Y en ninguno de ellos se hace referencia a los “escolanos”.

Pero para nosotros, no hay tal “evidencia”, de que cuando se habla de “scolano”, no es un escolar.  Porque, se quiera o no, el término “escolano” procede de ‘escuela’ (del lat. schola, 'lección', 'escuela', y éste del gr. schole,  'estudio', 'escuela').

A  este respecto ya señaló Amador de lo Ríos que
«tenemos la comprobación de este aserto [se refiere a las prerrogativas y privilegios de los escolares] en los fueros y cartas pueblas; en el fuero de Carcastillo (Navarra), dado por Alfonso el Batallador en 1129, se lee por egemplo [sic]: “Escolano non prengat posada abirto en casa de cavallero: in casa de pedón [criado], III noctes”. En el de Uclés, más conocido, se dice: “Posadas non prendat scolano á forcia in casa de clérigo nin de cauallero”. Fué otorgado por el maestre de Santiago don Pedro Fernández en 1195 [sic]. De estos datos, que pudieran multiplicarse fácilmente, se deduce que, así en Castilla como en Navarra y aun Aragón, gozaban los escolares de ciertos privilegios, siendo en verdad sensible que no se hayan publicado ó acaso trasmitido á nuestros dias las cartas, cédulas ó fueros en que más ampliamente se consignaban.» [28]

Así, pues, amigo lector, dejo a su libre albedrío e investigación el que pueda decidir si el primer germen universitario se generó en UCLÉS, si hubo o no “escolares” en ella, como mantuvo hasta hace poco nuestra población vecina en su convento... o no.




[1] Álvarez de Morales, A. “La universidad y sus denominaciones”, in Pesset, Mariano (coord.). Universidades españolas y americanas: época colonial. Valencia: CSIC-Generalitat Valenciana, 1987, pág. 57.
[2] Cfr.: Martín, José Luis. Orígenes de la Orden Militar de Santiago (1170-1195). Barcelona: CSIC-Anuario de Estudios Medievales, Anejo 6, 1974, pp. 241-242, documento 66.
[3]Ego itaque Ildefonsus, Dei gratia Yspanorum rex,  una cum uxore mea Alienor Regina (...) dono et concedo Deo et vobis Petro Ferrandi, Iacobitane Milicie magistro, et universis eiusdem militibus presentibus atque futuris, Vcles cum castello et villa, cum terris”. AHN, Archivo de Uclés, carp. 338, doc. 1 TMC, Lib. 1, doc. 1, pág. 15.
[4] Cfr. la bula de aprobación y confirmación de la Orden de Santiago: AHN, Ord. Milit., Arch. De Uclés, caj. 1, núm. 4.
[5]Ego Magister Petrus Ferrandi, ex Milicie Iacobi una cum fratribus meis et voluntate et iussu nostri regis Aldefonsi et uxoris eius Alienoris, facio paginam testamenti ad vos omnes habitantes in Vcles, tam presentibus quam futuris, de Foro optimo propter amorem Dei, et sic dono vobis et confirmo tale Foro”. TMC, Lib. 2, doc. 22, pp. 154-160.
Está perfectamente estudiado y reproducido el fuero en diversos lugares. Cfr.:
Rivera Garretas, María Milagros. La encomienda, el Priorato y la villa de Uclés en la Edad Media, 1174-1310. Madrid: CSIC, 1985, pp. 234 y ss.
Martín Rodríguez, José Luis. “Los Fueros de la Orden de Santiago en Castilla La Mancha”, in Alvarado Planas, Javier (coord.). Espacios y fueros en Castilla La Mancha (siglos XI-XV): una perspectiva metodológica. Ponencias del III Simposio de Historia de Castilla La Mancha, 1994. Polifemo, 1995, pp. 195 y ss.
[6] Alcocer, Mariano (ed.). Historia de la Universidad de Valladolid, transcrita del "Libro de Bezerro" que compuso el R. P. Fray Vicente Velázquez de Figueroa. Valladolid: Imprenta Castellana, 1918, pp.IX y XV.
[7] Rucquoi, Adeline. “El deber de saber: la tradición docente en la Edad Media castellana”, in Mazín Gómez, Óscar A. México en el mundo hispánico (coord.) Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2000,  pp. 320-321.
[8] Minguella y Arnedo, Toribio. Historia de la diócesis de Sigüenza y sus obispos. Vol. I. Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1910, pp. 134.
[9] López Agurleta, José. Vida del venerable fundador de la Orden de Santiago y de las primeras casas de redempción de cautivos. Madrid: Bernardo Peralta, 1731, pág. 148.
[10] Guillamas, Manuel de. De las Órdenes Militares de Calatrava, Santiago, Alcántara y Montesa. Madrid: José Villeti, 1832, pág. 381.
[11] Pérez Ramírez, Dimas. Uclés, último destino de Jorge Manrique. Uclés: Seminario Menor Santiago Apóstol, 1979, pág. 64.
[12] El conde D. Gonzalo de Marañón (1141-1178), alférez de Alfonso VII y Alfonso VIII, casó con Doña Mayor García de Haza. Ésta era hija de don García Garcés de Aza, 6º Señor de Aza, Alférez Mayor de Castilla, ayo y tutor de Alfonso VIII, y de doña Sancha, hija a su vez de la infanta de Portugal doña Urraca y del conde de Trava y Trastamara, don Bermudo Pérez. Doña Mayor García, por tanto, fue tía de santo Domingo de Guzmán, puesto que éste nació de Juana (García) de Aza (hermana de esta doña Mayor) y de Félix Núñez de Guzmán, hijo de Ruy Núñez de Guzmán, señor de Guzmán, de modo que santo Domingo de Guzmán y el 6º Gran Maestre de la Orden de Santiago, Don Fernando González de Marañón, fueron primos hermanos.
Cfr.: Possadas, Francisco de. Vida del glorioso padre y patriarca Santo Domingo de Guzmán, fundador de la sagrada y esclarecida religión de predicadores. Madrid: Antonio Marín, 1748, pág. 2.
A su vez, hay que señalar que el primer gran Maestre de la Orden de Santiago, don Pedro Fernández (1117-) fue hijo de Fernán García el Mayor o de Fita (Hita, lugar del que fue señor, y donde nacerá luego el Maestre: “Yo Doña Urraca, Reyna de toda España, hija del Grande Emperador Aldefonso, con ánimo gratuito, y con expontanea voluntad, no perturbado el sentido, ni violentada por fuerza de otro alguno, doy a Vos, Primo, Don Ferrando, por otro nombre Ferrando García de Fita, y vuestra muger, Estefanía Ermengot, a Fita, y Uceda, por derecho hereditario, por el buen servicio que de vos he recibido...”), hijo del desheredado rey de Navarra don García (hijo a su vez de Sancho Garcés IV, el de Peñalén) y de doña Estefanía Armengol (Ermengot) de Urgel, nieta del ayo de doña Urraca, el conde Pedro Ansúrez, quienes durante algún tiempo guardaron las esperanzas de ser reconocidos reyes de Navarra. Este abuelo de la madre del Maestre, el tal Per Ansúrez fue, según declara Bethancourt, fue “Conde de Zamora, de Saldaña, Carrión, Melgar, Cuéllar y Monzón, señor de la ciudad de Valladolid, de los Estados de Cabrera y Ribera en Galicia y de parte de la tierra de Cisneros; Mayordomo Mayor del Emperador y Rey don Alfonso VI, Ayo de la Emperatriz y Reina doña Urraca, y uno de los más grandes señores, si no fue el mayor que tuvo Castilla en su tiempo”.
Cfr.: Bethencourt, F. Fernández de. Historia genealógica y heráldica de la monarquía española, Casa Real y Grandes de España. Vol. II. Madrid: Enrique Teodoro, 1900, pág. 62.
Recordemos, además, que éste fue un personaje destacado en el bando leonés de Alfonso VI en la batalla de Vulpeja, cerca de Carrión, en 1071, contra su hermano el rey castellano Sancho II, donde destacó como hombre fundamental el Cid, y que éste huiría con el rey Alfonso a Toledo, cuando Sancho le impuso que tomara hábito benedictino en el monasterio de Sahagún.
Cfr., Rubio García, Luis. Realidad y fantasía en el Poema de Mío Cid. Murcia: Univ. Murcia, 1972, pp. 135-136.
No es de extrañar pues, que un caballero emparentado con el reino de Navarra, con el reino de Aragón a través de su tío el conde de Urgel, con Castilla y León (ya hemos señalado el tratamiento de doña Urraca como “primo” a su padre), con la más alta nobleza de Castilla de la que formaba parte, su hermana fue amante de Alfonso VII el Emperador (llegando a tener una hija de él, Estefanía, que reconoció como infanta. Luego casada con Miguel Muñoz de Finojosa, generarán a un San Martín de Finojosa, obispo de Sigüenza y a Eva, madre del arzobispode Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, entre otros.), etc., llegara a conseguir apoyos de todos los reyes y obispos para crear la Orden de Santiago.
Pariente del Maestre fue también Santo Domingo de Guzmán.
[13] Comendador de Oreja y XIII de la Orden, fue el 6º Gran Maestre de la Orden, entre 1206 y 1210.
[14] Gallego Blanco, E. The Rule of the Spanish Military Order of St. James (1170-1493). Latin and Spanish texts. Leiden: E. J. Brill, 1971, pág. 65, nota 2. La traducción es mía.
[15] López Agurleta, José. Vida del venerable fundador de la Orden de Santiago y de las primeras casas de redempción de cautivos. Madrid: Bernardo Peralta, 1731, pág. 153.
[16] Así lo indica Minguella y Arnedo, Toribio. Historia de la diócesis de Sigüenza y sus obispos. Vol. I. Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1910, pág 129: “si los estudios comenzaron en Uclés lo más pronto a fines de 1177 y en enero de 1178 ya estaba D. Arderico consagrado de Obispo de Sigüenza...”
Sobre su existencia bien poco sabemos. Cfr.:
Álvarez Reyero, Antonio. Crónicas episcopales palentinas o datos y apuntes biográficos, necrológicos, bibliográficos e históricos de los señores obispos de Palencia. Palencia: Abundio Z. Menéndez, 1898, pp.84-87.
Diego Sánchez Portocarrero: Nuevo catálogo de los obispos de la santa iglesia de Sigüenza. Madrid: Diego Díaz de la Carrera, 1646, pp. 20-21.
Mafei. “Fra Cremona, Montpellier e Palencia nel secolo XII”, in Rivista Internazionale di Diritto Comune, I (1990) pp. 18-19.
[17] Se da esta fecha porque el 13 de enero de 1184 confirma una donación del Monasterio de Miércono, en Asturias, a la iglesia de Burgos, firmando como “Ardericus Episcopus Seguntinus et Palentinus electus”. Vielva Ramos. Matías (ed.) Alonso Fernández de Madrid. Silva palentina de cosas memorables. Tomo I. Palencia: El Diario Palentino-Diputacion, 1932, pág. 221.
[18] Fernández del Pulgar, Pedro. Historia secular y eclesiástica de la ciudadde Palencia. Tomo II, pág. 236, dice que lo era de Bribiesca, en Burgos.
[19] Cfr.: Iglesia Ferreirós. “Escuela, Estudio, maestros”, in Historia, Instituciones, Documentos, 25 (1998), pág. 316.
[20] Cfr. Rucquoi, Adeline. ”Las dos vidas de la Universidad de Palencia (c. 1180-c-1250)” in Rucquoi, Adeline. Rex, Sapientia, Nobilitas. Estudios sobre la Península Ibérica medieval. Granada: Editorial Universidad de Granada, 2006, p. 93.
[21] Cfr.: Rodríguez de la Peña, M. Alejandro. “Realeza sapiencial y mecenazgo cultural en los reinos de León y Castilla (1000-1200), in Stud. Hist., H Mediev., 33 (2015), pp. 69-96.
[22] Cfr.: Martínez Díez, Gonzalo. “Palencia, la primera universidad de España”, in Torremocha Hernández, Margarita (coord.). El Estudio General de Palencia. Historia de los ocho siglos de la Universidad española. Valladolid: Univ. De Valladolid, 2012, pág. 53.
En efecto, podríamos buscar un significado distinto de “escolano”. Así, el “Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico”, de J. Corominas (Tomo II. Letras CE-F. Madrid: Gredos, 1984, pág. 715) nos indica que «en el Cid aparece cinco veces la voz “escuellas” [generado quizá por el sinónimo y parónimo sequela > sequella (séquito)] en el sentido de ‘séquito de un señor’ o ‘mesnadas que hacen la guerra con él’, y en el mismo sentido se halla ‘schola’ en varios documentos españoles en bajo latín, pertenecientes a los ss. X y XI. [... Indicando Menéndez Pidal, entre otros que llegará a significar “schola” la] ‘compañía, división o cuerpo del ejército’ para Vegecio, ‘guardia de Palacio’ para Procopio, y ‘corporación o compañía’ en el Código de Justiniano.».
De aquí surgirán las denominadas “scholae palatinae” medievales, agrupaciones de tipo religioso bajo un “Magister Officiorum”, derivando el término escolano hacia “discípulo”, “monaguillo” y “escolástico” a la “persona que detenta una dignidad eclesiástica, en virtud de la cual está al frente de las ‘escuelas’ eclesiásticas”.
Cfr.: Nortes Valls, Oliverio. “Estudio del léxico latino medieval en diplomas aragoneses anteriores a 1157. Términos referentes a la composición de la sociedad y a la vida rural”, in Archivo de Filología Aragonesa, XXIV-XXV (1979), pág. 165.
Pero no nos parece este el caso, sino el que ya vemos en Berceo, donde el término “escolano” tiene el sentido de “escolar” (discípulo), como así aparece también en la versión romance del Fuero de Teruel, bajo su artículo 444: "a testimoniar [bastan]": el maestro con un uezino o con su escolano, después que fuere de XII anuos, como es fuero”.
[23] J. López de Agurleta. Vida del Venerable fundador de la Orden de Santiago y de las primeras casas de redención de cautivos. Madrid: 1731.
[24] Apuntamiento legal sobre el dominio solar que por expressas y reales donaciones pertenece a la Orden de Santiago en todos sus pueblos. ¿Madrid: 1740?, fol. 14 anv. y fol. 31 rev.
[25] Jordán de Asso y del Río, I. et Manuel y Rordríguez, M. de. Instituciones del derecho civil de Castilla. Madrid: Imprenta de la Real Compañía, 1805, pp. XXXIII-XXXIV.
[26] Fuero de Estremera, AHN, Arch. De Uclés, caja 117, núm. 1.
[27] Fuero de Fuente el Sauco, AHN, Arch. De Uclés, caja 117, núm. 2.
[28] Amador de los Ríos, José. Historia crítica de la literatura española. Tomo II. Madrid: José Rodríguez, 1962, pág. 251, nota 2.


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Raúl Amores Pérez
Licenciado en Filología Hispánica por la
Universidad Autónoma de Madrid.


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