Real Expedición Filantrópica Española
para su difusión global, 1803-1810
Busto de Francisco
Javier Balmis en la Facultad
de Medicina de la HMH en San Juan de
Alicante.
No me costó demasiado encontrar en Wikipedia la historia apasionante de cómo en el siglo XIX, hace 217 años, de una forma rudimentaria, pero que sin duda fue la base de las actuales vacunas, y que hoy vuelve a experimentarse con él para luchar contra el Coronavirus, sirvió entonces para erradicar aquella mortífera pandemia en muchos territorios alejados de la moderna medicina de entonces, todavía incipiente.
Una expedición médica promovida por el médico español Francisco Javier Balmis y financiada por la Corona Española reinando el rey Borbón Carlos IV, partió de España con 22 niños que portaban el suero en sus brazos, que contenía anticuerpos fabricados por el organismo de los chiquillos, para combatir de la misma forma que hoy se quiere utilizar, la Viruela en las posesiones españolas en América, Filipinas, e incluso China por primera vez, vacunando a miles de personas para salvar a cientos de miles, o millones, puesto que el método siguió usándose durante años gracias a la creación de grupos encargados de seguir el método para que continuaran con las vacunaciones.
Aquella misión científica y humanitaria, no salió gratis pues Los niños que viajaron para ser portadores dentro de sus propios cuerpos del suero sanador, no volvieron a España, así como otros miembros de la expedición.
Pedro López Ocaña
29/03/2020
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La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, también
conocida como Expedición Balmis en
referencia al médico español Francisco Javier Balmis,
fue una expedición de carácter filantrópico que dio la vuelta al mundo y duró
desde 1803 hasta 1806. Su objetivo era en principio que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del
Imperio Español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la
muerte de miles de niños.
El rey Carlos IV apoyó y sufragó con fondos públicos al médico de
la corte, el doctor Balmis, en su idea de una vacunación masiva de niños a lo
largo del imperio, ya que su propia hija, la infanta María Teresa, había
fallecido a causa de la enfermedad.
Se considera la primera expedición sanitaria internacional de la historia.
Se puede entender globalmente como «una caravana infantil con rumbo al Nuevo
Mundo para transportar la vacuna y prevenir las epidemias de viruelas. Dando
como resultado uno de los viajes más extraños que tiene como protagonista a la
medicina y a la ciencia en el siglo XIX».
Inicios
En 1796 durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en
Europa, un médico rural inglés, Edward Jenner. observó que las ordeñadoras
de vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o
«viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado
con estos animales, y que era una variante leve de la mortífera viruela
«humana», contra la que quedaban así inmunizadas. Tomó suero de esta vacuna y
consiguió inocularlo a James Philips, un niño de 8 años. El pequeño mostró
síntomas de la infección de viruela vacuna, pero mucho más leve, y no murió. El
resto de los niños inoculados respondieron sorprendentemente bien.
Jenner publicó finalmente sus trabajos en 1798, y ya en diciembre de 1800
la vacuna había llegado a España, concretamente a Puigcerdá, de la mano del
doctor Francisco Piguillem i Verdacer, Tanta celeridad, en un tiempo en que
las noticias viajaban a caballo o en barco de vela, da una imagen de la
gravedad de las circunstancias. Rápidamente el método de Jenner se difundió por
Europa, y Francisco Javier de Balmis tradujo al español el libro del francés
Jacques-Louis Moreau, de la Sarthe, en el cual se detallaba el procedimiento
para vacunar.
Cinco años después de la publicación de este descubrimiento, en 1803, el
rey de España Carlos IV, que había perdido a una de sus hijas por la viruela,
María Teresa (1791-1794), aconsejado por su médico de corte Balmis, mandó
organizar una expedición para extender la vacuna a todos los dominios de Ultramar
(América y Filipinas). Además, en 1805 se promulgó una real cédula mandando
que en todos los hospitales se destinase una sala para conservar el fluido
vacuno. El elegido para esta misión fue el alicantino Balmis, que partió de La
Coruña con los veintidós niños que iban a llevar el fluido vacuno en sus brazos
hasta América, y 2000 ejemplares del libro sobre la vacuna, para establecer
juntas de vacunación en las ciudades visitadas que garantizasen la conservación
del fluido y la vacunación a las generaciones futuras. Era la primera vez en la
historia que se preparaba lo que ahora llamaríamos una misión humanitaria de medicina
preventiva, y que significó uno de los primeros pasos para la
erradicación de la enfermedad a escala mundial.
Uno de los principales
problemas que se presentaron a la hora de idear la expedición fue cómo
conseguir que la vacuna resistiese todo el trayecto en perfecto estado. La
solución se le ocurrió al mismo Balmis: llevar en el viaje a cierto número de
niños, e ir pasando cada cierto tiempo la vacuna de uno a otro mediante el
contacto del fluido de las pústulas.
Recorrido
de la expedición.
La operación comenzó con el flete del navío María Pita, que llevaba a veintidós niños huérfanos (entre tres y
nueve años) que habían sido inoculados con la vacuna aún viva en su cuerpo;
Balmis, prestigioso cirujano; dos médicos asistentes, dos prácticos, tres
enfermeras y la rectora del orfanato
Casa de Expósitos de La Coruña Isabel Zendal Gómez.
El 30 de noviembre de 1803 zarpó el navío con 37 personas desde el puerto
de La Coruña. Entre los veintidós
niños había seis venidos de la Casa de Desamparados de Madrid, otros once del
Hospital de la Caridad de La Coruña y cinco de Santiago. La vacuna debió ser
llevada por niños que no hubieran pasado la viruela, y se transmitió de uno a
otro cada nueve o diez días. Niños entre los que se encontraba el propio hijo
de Isabel, Benito Vélez, de nueve años, y Andrés Naya (8 años), Antonio Veredia
(7 años), Cándido (7 años), Clemente (6 años), Domingo Naya (6 años), Francisco
Antonio (9 años), Francisco Florencio (5 años), Gerónimo María (7 años),
Jacinto (6 años), José (3 años), Juan Antonio (5 años), Juan Francisco (9
años), José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años), José Manuel María (6 años),
Manuel María (3 años), Martín (3 años), Pascual Aniceto (3 años), Tomás Melitón
(3 años), Vicente Ferrer (7 años), Vicente María Sale y Bellido (3 años) y un
niño más que falleció durante el viaje.
El María Pita, navío fletado para la expedición, partiendo del puerto
de La Coruña en 1803 (grabado de Francisco Pérez).
Las normas de la
expedición indicaban claramente el cuidado que los niños debían recibir.
Ninguno de ellos regresó a Galicia.
[...] Serán bien tratados, mantenidos y educados,
hasta que tengan ocupación o destino con que vivir, conforme a su clase y
devueltos a los pueblos de su naturaleza, los que se hubiesen sacado con esa
condición. (Normas que regulaban
cuestiones de la Real Expedición).
Cada niño recibió un hatillo que contenía dos pares de zapatos, seis
camisas, un sombrero, tres pantalones con sus respectivas chaquetas de lienzo y
otro pantalón más de paño para los días más fríos. Para el aseo personal: tres
pañuelos para el cuello, otros tres para la nariz y un peine; y para comer: un
vaso, un plato y un juego completo de cubiertos.[8]
La misión consiguió llevar la vacuna hasta las islas Canarias,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Nueva España, Filipinas y China. El barco
llevaba instrumental quirúrgico e instrumentos científicos, así como la
traducción del Tratado práctico e histórico de la vacuna,
de Moreau de la Sarthe, para ser distribuido por las comisiones de vacunación
que se fundaran.
La expedición llegó a Santa Cruz de Tenerife, donde pasó un mes
vacunando, y salió de Canarias el 6 de enero de 1804, llegando a Puerto
Rico el 9 de febrero de 1804. No se necesitó vacunar a la población
de Puerto Rico ya que la vacuna fue llevada a la isla desde la
colonia danesa de Saint Tomás. El 26 de mayo de 1804 llegó al puerto de La
Habana, quedando sorprendidos al observar que la vacunación contra la viruela
ya había sido llevada a cabo gracias a la actividad de Tomás Romay.
Capitanía General de Venezuela
La expedición se dividió en La Guaira:
·
Balmis se trasladó a Caracas, donde instaló la Junta Central de la
Vacuna con el apoyo de José Domingo Díaz y Vicente Salias antes de
marchar a Puerto Cabello y la Habana. El poeta venezolano Andrés
Bello escribió incluso una «Oda a la vacuna» en 1804.
·
José Salvador y Lleopart, el segundo cirujano, se adentró en la Nueva
Granada (actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá) y el Virreinato
del Perú (actuales Perú, Chile y Bolivia). Le tomo siete años recorrer el
territorio, y los esfuerzos del viaje se llevaron la vida del propio Salvany,
que murió en Cochabamba en 1810.
Nueva España (1805)
En el territorio del actual México, Balmis recogió veinticinco huérfanos
para que mantuvieran la vacuna viva durante la travesía del océano Pacífico, a
bordo del navío Magallanes. Partieron el 8 de febrero de 1805 del puerto
de Acapulco rumbo a Manila (Filipinas), llegando a dicha ciudad
el 15 de abril de 1805.
Capitanía General de Filipinas
Recorrido de la expedición en las
Filipinas.
En las Filipinas la expedición recibió una importante ayuda de la Iglesia local
para organizar las vacunaciones de indígenas. El 14 de agosto de 1809 el grueso
de la expedición regresó a Acapulco, mientras Balmis, descartando volver a
tierras novohispanas, siguió avanzando hacia la China. Isabel permanecería
en Puebla con su hijo; ya no volverían a España.
China
Conociendo que la vacuna no había
alcanzado China, Balmis solicitó permiso para marchar hacia Macao, permiso
que le fue concedido, partiendo de Manila el 3 de septiembre de 1805.
Balmis arribó finalmente, y tras un accidentado viaje a la colonia
portuguesa de Macao, el 5 de octubre de ese mismo año se adentró en territorio
chino. Vacunó a la población de varias ciudades hasta llegar a la provincia
de Cantón.
Regreso a España
En su camino de vuelta a España, Balmis consiguió convencer a las
autoridades británicas de la isla Santa Elena (1806) para que accediesen a
la vacunación de la población.
El propio descubridor
de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió sobre la expedición:
No puedo imaginar que
en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más
noble y más amplio que éste.
Sobre el mismo hecho Alexander von Humboldt escribía en 1825: “Este viaje permanecerá como el más
memorable en los anales de la Historia”.
Monumento en el puerto
de La Coruña en homenaje
a los niños de la
expedición.
La expedición en la
ficción
·
2006: La novelista dominicano-estadounidense Julia Álvarez escribió
un relato de ficción sobre la expedición desde la perspectiva de la rectora del
orfanato, Isabel Zendal Gómez, en Saving the World (2006).
·
2010: La expedición fue recreada también por la escritora madrileña Almudena
de Arteaga en su novela Ángeles custodios,
de 2010.
o 2016: La película de
TVE 22 ángeles, de Miguel Bardem (2016), está basada
en la novela Ángeles custodios (2010).
·
2011: Esta expedición es el tema central de la novela de Antonio Villanueva
Edo Los héroes olvidados (2011).
·
2013: El escritor zaragozano Javier Neveo novela la expedición,
narrada por uno de los niños, en Los niños de la vacuna (2013).
·
2015: El ganador del Premio Planeta, Javier Moro, cuenta en clave
novelística la historia de estos niños en su libro A flor de piel (2015).
·
2017: La escritora española María Solar relata en su libro Los niños de la viruela (2017) los momentos
previos al embarque.
NOTA DEL BLOG EN TARANCON: OPINIÓN Y CULTURA: Hemos suprimido casi todos los
enlaces a informaciones complementarias por facilitar la lectura del artículo,
excepto el que accede a la biografía del médico Francisco Javier Balmis y el
que detalla la enfermedad de la Viruela. Quien esté interesado en profundizar
más en otros detalles, puede acceder a la publicación original de Wikipedia en
el siguiente enlace: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Real_Expedici%C3%B3n_Filantr%C3%B3pica_de_la_Vacuna