El siguiente relato, lo he extraído del blog El Desván de mis Libros. Es un relato de V. Sánchez Ocaña, publicado por El Heraldo de Madrid en 1927.
Basándome en conversaciones con gente mayor de cuenca y otras personas oriundas de Albalate de las Nogueras, pienso que es el relato más auténtico y fiable; aunque existe algún otro, producto de la deformación por la transmisión oral de persona a persona y de pueblo en pueblo y ciudad, dando lugar a versiones algo diferentes y con mucha menos información.
El artículo está bien documentado, no sólo por los recuerdos recogidos por el autor pocos años después, en Albalate de las Nogueras y en Priego, aportando, como veremos, documentos fiables.
Lo cierto es que a los de Cuenca, nos han llamado desde entonces, por media España, los de "La Provincia el Crimen". Mi padre ya lo oía como algo muy arraigado cuando hizo la mili en la primera república; y yo lo seguí oyendo cuando la hice en 1971. Parece ser que en su tiempo, los relatores de Aleluyas, que viajaban por los pueblos contando sucesos trágicos, ayudados de un atril del que colgaban unas viñetas de tamaño suficiente para ilustrar a los boquiabiertos vecinos de pueblos pequeños y apartados, relataban con rebuscados, macabros y exagerados guiones aquel y otros sucesos buscando una buena colecta, en un tiempo en que pocos sabían leer y la prensa no llegaba tampoco a aquellas aldeas. Creo que así se formó la leyendo, o sambenito de EL CRIMEN DE CUENCA.
Pero a mí, después de leerlo, me entra la duda de si Pilar Miró pecó de poco rigurosa al atribuir el nombre de "El Crimen de Cuenca" a su película, pues lo que en ella relata es el ERROR JUDICIAL DE OSSA DE LA VEGA, sucedido 17 años después de éste; y en ese suceso no se comete ningún crimen o delito de sangre, sino un abuso de autoridad y la brutalidad frecuente en un tiempo en que la tortura estaba a la orden del día, que provocó una confesión falsa y una condena injusta.
Basándome en conversaciones con gente mayor de cuenca y otras personas oriundas de Albalate de las Nogueras, pienso que es el relato más auténtico y fiable; aunque existe algún otro, producto de la deformación por la transmisión oral de persona a persona y de pueblo en pueblo y ciudad, dando lugar a versiones algo diferentes y con mucha menos información.
El artículo está bien documentado, no sólo por los recuerdos recogidos por el autor pocos años después, en Albalate de las Nogueras y en Priego, aportando, como veremos, documentos fiables.
Lo cierto es que a los de Cuenca, nos han llamado desde entonces, por media España, los de "La Provincia el Crimen". Mi padre ya lo oía como algo muy arraigado cuando hizo la mili en la primera república; y yo lo seguí oyendo cuando la hice en 1971. Parece ser que en su tiempo, los relatores de Aleluyas, que viajaban por los pueblos contando sucesos trágicos, ayudados de un atril del que colgaban unas viñetas de tamaño suficiente para ilustrar a los boquiabiertos vecinos de pueblos pequeños y apartados, relataban con rebuscados, macabros y exagerados guiones aquel y otros sucesos buscando una buena colecta, en un tiempo en que pocos sabían leer y la prensa no llegaba tampoco a aquellas aldeas. Creo que así se formó la leyendo, o sambenito de EL CRIMEN DE CUENCA.
Pero a mí, después de leerlo, me entra la duda de si Pilar Miró pecó de poco rigurosa al atribuir el nombre de "El Crimen de Cuenca" a su película, pues lo que en ella relata es el ERROR JUDICIAL DE OSSA DE LA VEGA, sucedido 17 años después de éste; y en ese suceso no se comete ningún crimen o delito de sangre, sino un abuso de autoridad y la brutalidad frecuente en un tiempo en que la tortura estaba a la orden del día, que provocó una confesión falsa y una condena injusta.
Pedro López Ocaña
En Tarancón: Opinión y Cultura
***********
El Crimen
de Cuenca
EL CRIMEN DE ALBALATE DE LAS NOGUERAS
En la
noche del 8 de marzo de 1893 se cometieron cinco asesinatos en la casa y
familia de Hipólito Mayordomo, su esposa Manuela Bollo, sus hijos Manuela de
veinte años, Pedro de quince, Toribio de trece y Cándido de diez; dice la
sentencia que se dictó el 28 de septiembre de 1893 en el que fueron juzgados
con Tribunal de Jurado, que fueron autores de cinco homicidios con ocasión de
un robo, Juan Antonio Racionero Muelas, sus hijos Justo Racionero Viejobueno,
de 30 años, Casto de 26 años, y Agripino de 18 años, acompañados de un amigo de
la familia llamado Mariano Castro, alias Castrillo, de 24 años. Siendo también
condenada la madre, Petra Viejobueno Martínez, como inductora de los hechos.
Eran apodados “Los Pacotes”, conocidos por sus tropelías y en algunos
casos por hurtos a los habitantes de Albalate, a los que tenían amenazados y
coaccionados.
Se dice que el padre Juan Antonio, “tenía una
posición bastante desahogada, y aunque fue pobre en sus orígenes, llegó a
reunir una pequeña fortuna que le permitió librar a sus hijos del servicio
militar. Sin embargo, ha sido hombre que nunca ha trabajado”, así lo cuenta
La Correspondencia de España del sábado 18 de marzo de 1893.
Se
acercaba el momento en el que el hijo menor, Agripino, debería incorporarse al
servicio militar, y es de suponer, que la familia Racionero no tuviese el
suficiente dinero como para pagar el rescate y decidieran realizar un robo en
la casa de un vecino del pueblo que por su situación económica pudiera tener
guardados los dineros suficientes para salvar al Agripino de comparecer en el
Ejército.
Conocían
de antemano la ausencia del cabeza de familia, Hipólito, que en la fecha que
cometieron el quíntuple asesinato se encontraba en la capital, Cuenca. Existe
una tradición oral, propagada a través de unas coplas, que Hipólito se
encontraba declarando en un juicio seguido contra él por estar acusado de un
robo en la iglesia de Torralba, pueblo distante de Albalate unos nueve
kilómetros. Lo más probable es que se encontrase en la capital realizando
compras para su pequeño negocio de zapatero; además “se ocupaba en comprar y
vender grano y distribuir pequeñas cantidades a rédito”. “Días antes,
Hipólito Mayordomo, jefe de la familia, había vendido varias fanegas de trigo.
La familia tenía en su poder unas quinientas pesetas, la mayor parte en
calderilla”.
También
conocían la ausencia del hijo mayor de Hipólito, Mariano, según declararon
varios testigos en el juicio, por haberlo manifestado públicamente, y en
presencia de Agripino y Castrillo, diciendo que esa noche dormiría fuera de su
casa.
La
Correspondencia de España, que desplazó a un corresponsal para dar la noticia
in situ, dice en la edición del día 15 de marzo: “En las primeras horas de
la mañana se vió por algunos vecinos la puerta de la casa abierta y al penetrar
en ella se encontraron en el portal a la dueña de la casa, muerta, vestida, con
varias heridas en la cabeza y cuello, el dedo índice de la mano derecha
completamente separado de la mano; en una alcoba próxima al portal un joven de
trece años, vestido con una mano casi separada del brazo, muerto; otro joven de
12, muerto, se encontraba acostado en la cama; en el primer piso se encontró
muerta una joven de 20 años con el cuello casi separado del tronco, estaba en
la cama y desnuda, y a su lado un niño de diez años, también muerto, con varias
heridas en el cuello”. Mestre Martínez, que así se llamaba el corresponsal
desplazado, describe el lugar como “un matadero humano”.
Tras
algunos careos entre los sospechosos, el Juez dicta el reconocimiento de sus
casas en busca de las armas y el dinero robado, y cuatro de ellos confiesan su
participación en los hechos. El día 16 de marzo de 1893, el periódico La Época
dice: “Se encuentran ya convictos y confesos en la cárcel de Albalate los
presuntos autores de la muerte de la familia de Hipólito Mayordomo. … Llamanse
los asesinos Juan Antonio Racionero, tres hijos de este, Justo, Casto y
Agripino, y un tal Mariano Castro, (a) Castrillo, amigo de los anteriores.
Todos han confesado su delito con la mayor serenidad”.
Serenidad
en la confesión de los hechos; pero también en la ejecución de los mismos,
prueba de ello es la declaración de Mariano Castro, Castrillo, refiriéndose a
lo que sucedió después de cometer los asesinatos: “Cuando estaban ya bien
muertos, los registramos, cogiendo lo que nos acomodó. Mis compañeros buscaron
que comer, y cenaron lo que encontraron. Yo apenas si probé nada, porque tanta
sangre y tanto muerto me habían impresionado”. Así aparece en La
Correspondencia de España del 17 de marzo.
Y es en este punto el momento apropiado para referirme a
unas coplas de ciego, “anónimas”, que circularon profusamente por toda la
comarca, y por otros lugares de España, y que en unas de sus estrofas dicen
así:
De lo
que había en la casa,
Los
criminales cenaron,
Y el
gato que se acercó,
Pues,
también lo degollaron.
…………………………
Que
ya puestos a matar,
A
todos los degollaron,
Y
hasta dentro de la casa
Asesinaron
a un gato.
El
autor conocedor del ingenio popular, incluyó estas estrofas con el fin de
llamar la atención sobre estos sucesos, ya que no hay ningún dato que dé por
cierto que los criminales matasen “hasta el gato”, y así de esta forma
quienes las escuchaban de boca de los ciegos o compraban los pliegos de cordel,
fueron transmitiendo, repitiendo y asociando el crimen de Albalate con aquél
crimen en el que mataron hasta el gato, llegando a convertirse en un aforismo
para definir un suceso en el que no se dejan testigos.
Fueron
traslados a Priego sede del juzgado de Primera Instancia, y de la Cárcel. Dice
el periodista Mestre Martínez, de La Correspondencia de España, en la crónica
publicada el 19 de marzo, y refiriéndose a una visita que había realizado a la
cárcel para entrevistarse con los presos en la tarde del día anterior, que: “Cuando
el jefe volvió una hora más tarde, deseando ver como se encontraba el enfermo,
advirtió que Juan Antonio ya no existía. En la misma forma que estaba sentado
había muerto”. También relata cómo fue su entierro en el Cementerio
Municipal de Priego, y que el vecindario se aglomeró en la plaza para ver pasar
el cadáver, yendo el mismo en una caja muy humilde costeada por el Municipio.
Fue llevado al cementerio en un carro arrastrado por hombres pagados por el
Ayuntamiento, y quedó sepultado sin caja y en un rincón, presenciándolo
contadas personas.
El
sumario se cerró con más de 500 folios, se habían tomado más de 90
declaraciones y realizado 12 careos, dando traslado del mismo, junto con los
apresados a la Audiencia Provincial de Cuenca, e ingresando los detenidos en la
Cárcel Provincial de esta ciudad.
El
día 26 de septiembre de 1893, comenzó el juicio oral, que levantó gran
expectación tanto en la capital como entre los habitantes de los pueblos
limítrofes a Albalate que acudieron a presenciarlo, llenando a rebosar la sala
que se acondicionó para la celebración del mismo.
Duró
tres jornadas en las que se expusieron con toda crudeza los hechos, se
presentaron las pruebas así como las armas utilizadas, y declararon varios
testigos. Mostrando durante la celebración de las audiencias gran entereza y
firmeza en sus declaraciones los acusados, negando todas las actuaciones
anteriores y su participación en los hechos, hasta bien entrada la tarde del
segundo día, donde incurrieron en graves contradicciones a las preguntas
efectuadas por el Sr. Fiscal.
A las cinco de la tarde del día 28 de septiembre se dio
lectura del veredicto del Jurado, contestando afirmativamente a las 25
preguntas formuladas por el tribunal de derecho, considerando autores del
horroroso crimen de Albalate a Justo Racionero Viejobueno, a sus hermanos Casto
y Agripino y a Mariano Castro, Castrillo, siendo considerada cómplice Petra
Viejobueno Martínez. A las siete y media, y ante un silencio sepulcral, el
ponente Sr. Ferro dio lectura a la extensa sentencia, que en su parte
condenatoria dice:
“Fallamos:
Que debemos condenar y condenamos a Justo, Casto y Agripino Racionero
Viejobueno y Mariano Castro Soria como autores, con circunstancias agravantes
del delito de robo con ocasión del cual resultaron cinco homicidios a la pena
de muerte, que se ejecutará en la villa de Priego, que igualmente condenamos a
Petra Viejobueno Martínez como cómplice de dicho delito a la pena de veinte años
de reclusión temporal”.
Los
procesados proclamaron en distintos tonos de voz su inocencia, siendo
trasladados a continuación a la cárcel “seguidos de cientos de personas”,
aparentando cierta tranquilidad, fumando cigarrillos y dirigiendo amenazas al
público. Los acusados decían: “¡Padres que tengáis hijos, rogad a Dios que
no los castiguen nunca siendo inocentes! ¡Maldito Albalate!".
Mientras
se encontraban en la Cárcel Provincial a la espera de la ejecución de la
sentencia, el quince de mayo de 1894, “falleció a consecuencia de una lesión
de estómago” Casto Racionero Viejobueno, recibió los santos sacramentos de
Penitencia y Extremaunción, no se le hizo entierro ni honras, encargándose la
autoridad de su cadáver. Así consta en el Libro de Defunciones de la Iglesia de
Santa Cruz, de Cuenca.
En
comunicación al Juzgado Municipal de Albalate de las Nogueras para su asiento
en el Libro de Registro de Penados se remite escrito dirigido por D. José Mª
Sánchez Vera, Secretario de la Audiencia Provincial, en el que comunica lo
siguiente:
“Admitido el recurso de casación, el Tribunal Supremo
acordó no haber lugar, y con fecha veintidós de febrero de mil ochocientos
noventa y cinco, se dio una Real Orden, por la que se conmutó a Agripino
Racionero Viejobueno la pena de muerte por la de cadena perpetua”.
MINISTERIO
DE GRACIA Y JUSTICIA
REAL
DECRETO
Visto el testimonio de la sentencia dictada por la Sala
de lo criminal del Tribunal Supremo declarando no haber lugar al recurso de
casación admitido de derecho en beneficio de Agripino Racionero Viejobueno,
sentenciado á la pena de muerte por la Audiencia de Cuenca como autor del
delito de robo y cinco homicidios:
Teniendo
en cuenta la circunstancia de que este reo cuando cometió, en unión de otros,
el delito por el que se le ha condenado, acababa de cumplir la edad necesaria
para su completa responsabilidad penal, así como la de la presión ejercida en
su ánimo por su madre y hermanos:
Vista
la ley provisional de 18 de Junio de 1870, que reguló el ejercicio de la gracia
de indulto:
Oída
la Sala sentenciadora, de acuerdo con el Consejo de Estado en pleno, y
conformándome con el parecer de Mi Consejo de Ministros;
En
nombre de Mi Augusto Hijo el Rey D. Alfonso XIII, y como Reina Regente del
Reino, Vengo en conmutar, por la inmediata de cadena perpetua y accesorias
correspondientes, la pena de muerte impuesta a Agripino Racionero Viejobueno en
la causa de que se ha hecho mérito.
Dado en Palacio a veintidós de Febrero de mil
ochocientos noventa y cinco.
MARIA
CRISTINA
El
Ministro de Gracia y Justicia,
Antonio
Maura y Montaner
Fue
publicado, curiosamente, el día siguiente a la ejecución de Justo y Mariano, es
decir el 28 de Marzo de1895 en la Gaceta de Madrid. (Lo que hoy sería el BOE).
Justo
Racionero Viejobueno y Mariano Castro Soria fueron ejecutados públicamente en
Priego el 27 de marzo de 1895. Y según las crónicas periodísticas de la época
una “muchedumbre enorme de Priego y otros pueblos comarcanos presenció la
ejecución”.
En el
Libro de Defunciones de la Parroquia de San Nicolás de Bari (Priego) figuran
así inscritos:
• “Justo Racionero Viejobueno, en la ciudad de Priego
en el día veintisiete del mes de marzo y año del Señor mil ochocientos noventa
y cinco fue ejecutado públicamente por la autoridad de la Justicia. No recibió
ningún Santo Sacramento, ni testó, y en el mismo día enterrose su cadáver fuera
de sagrado”.
• “Mariano
Castro, fue ejecutado públicamente por la autoridad de la Justicia, recibió los
Santos Sacramentos de Penitencia y Eucaristía, no testó, en el mismo día fue
sepultado en el camposanto de esta Parroquia a la orden del ritual romano”.
¿Qué
fue de Agripino? Conmutada la pena de muerte como ya se ha dicho, fue
desterrado para cumplir su condena a la cárcel de Larache, fijando su
residencia tras salir de la misma en Alcazarquivir. Regentó un comercio
dedicado a la venta de carne y mantenía permanentemente contacto con las tropas
españolas allí acuarteladas preguntando en los cuarteles por quiénes eran de
Cuenca. Cuentan las personas que llegaron a contactar con él que se mostró muy
amable con ellos, y que en todo momento les ofreció y prestó su ayuda. Esto
queda corroborado por una comunicación recibida a través de correo electrónico
de una persona que me dice: “Yo nací en Alcazarquivir y conocí a Agripino.
Se forjó una sólida situación económica. Y curiosamente a pesar de haber
participado en tan horrendo crimen, en Alcazarquivir tuvo un comportamiento
social influyente y generoso. Murió alrededor de 1965”.
Hasta
aquí el relato de los hechos, que en la prensa de la época los titularon como:
“Los cinco crímenes de Albalate”. Se ha mencionado con anterioridad la
gran difusión que tuvieron unas coplas de ciego o pliego de cordel, anónimas.
Al no haber encontrado ningún original de las coplas de los sucesos del 8 de
marzo de 1893, tan sólo transcripciones en viejos y desgastados cuadernos,
escritas a mano y de difícil lectura, careciendo de la firma del autor, siendo
el título y presentación de las mismas:
“Lastimosa
historia, en la que se cuenta y declara de una madre degollada con cuatro hijos
y siendo, degollado en la casa hasta el gato y robadas quinientas pesetas, por
cinco criminales malvados, en el pueblo de Albalate de las Nogueras, provincia
de Cuenca, el día ocho de marzo del presente año, con los demás detalles que
verá el curioso lector”.
Debió
de irle muy bien la venta de los pliegos al autor sobre esta lastimosa
historia, ya que aparecen otras coplas tituladas: “Nueva y lastimosa
historia, en la que se cuenta y declara los crímenes cometidos por Basilio
Viejobueno, y terrible expiación del reo, ejecutado el 23 de febrero de 1892 en
la villa de Priego, de la provincia de Cuenca”. Basilio, era hermano de
Petra Viejobueno Martínez, había asesinado al Alcalde Villareal y al Juez
Municipal Lino y por ello fue condenado a muerte y ejecutado en garrote.
¿Por qué nueva y lastimosa historia si los hechos eran
anteriores? Otro dato es que ambos pliegos comienzan con los mismos versos: “Madre
de los afligidos, Emperatriz de los ciegos”, y algunos giros y expresiones
se repiten en ambas. En éste caso van firmadas por Mariano Culebras, e impresas
en la Imprenta De La Plaza e Hijos, C/ Las Tablas, 28 de Cuenca.
¿Qué
relación existe entre el llamado “Crimen de Cuenca” y los hechos que
aquí hemos relatado?
• En el caso del libro de Alicio Garcitoral utiliza ese
título de forma metafórica para referirse a la situación social y política que
se vive en la provincia de Cuenca en la época de la República.
•
“Las coplas” de Luis Esteso, son fruto de su fantasía aunque él llega a decir
lo siguiente:
A mi (me contaba) por poco
me matan siendo chico. Vivía yo con una hermana de mi madre, doña Martina López
de Haro, que era muy rica, y una noche entraron ladrones en su casa y la
asesinaron y se llevaron todo el dinero ... A mí no me mataron por que dio la
casualidad de que aquel día estuve malo con anginas y mi madre me llevó a mi
casa a cuidarme. Si me llego a quedar con mi tía, como todas las noches, me
"apiolan".
Heraldo de Madrid
6 Septiembre de
1927
Reportaje de V. Sánchez Ocaña
"El
gran bigardo de Luis Esteso"
*************
Mirad que crimen más feo
en la provincia de Cuenca
cometieron tres ladrones
a eso de las doce y media.
Con un hacha, tres pistolas,
dos sables y una escopeta,
saltaron por una tapia
lo mismito que tres fieras.
Encuentran por fin al amo;
lo sacan en camiseta,
y en el corral, con el hacha,
le cortan brazos y piernas.
Buscaron a la criada,
y debajo de la artesa
la encuentran con el criado,
que estaba acostao con ella.
Y entonces el más canalla,
sacando un arma tremenda,
se tira sobre la chica,
que era andaluza y soltera.
Los otros dos asesinos
con el criado se enredan,
y el más viejo por delante
y el más joven a la inversa,
lo pusieron de pinchazos
lo mismito que una breva.
Y no contentos con esto,
lo cogen de la cabeza,
y al tenérsela en las manos,
se la cascan con dos piedras.
Muerto el amo, muerto el mozo
y la joven medio muerta,
los asesinos sacaron
morcillas de la despensa
y las frieron con vino,
y después con las tijeras,
destrozaron una sábana;
se llevaron dos pesetas …
Y a un santo Cristo de barro
le dicen cosas muy feas,
y el santo Cristo se calla
pa descubrir la tragedia.
¿Quién quiere, por cinco céntimos,
tomar la parte primera?
Ahora, en la segunda parte,
damos del suceso cuenta,
donde se ve que el que mata,
asesina, roba o quema,
muere a manos del verdugo,
como murió Luis Candelas,
como murió Juan Palomo
y otros mil de su ralea.
¿Quién quiere, por cinco céntimos,
tomar la parte primera?
Padres los que tengáis hijos,
hijos que tengáis parientas,
mirad qué crimen más feo
en la provincia de Cuenca
cometieron tres ladrones
a eso de las doce y media.
Un lector del Blog y de este artículo en concreto, Pedro Patricio Fernández, nos ha hecho llegar este romance de ciegos en el que se relata el crimen de cuenca, aunque muy dramatizado y exagerado, y seguramente bastante posterior al suceso, como hace suponer la distorsión de los hechos.
Nos ha parecido interesante incluirlo, porque viene a confirmar que fueron este tipo de romances recitados por los pueblos de más de media España los que fijaron el crimen de cuenca en la memoria colectiva.
Padres los que tengáis hijos,
hijos que tengáis parientas,
parientas que tengáis primos,
y primos que tengáis suegras.
hijos que tengáis parientas,
parientas que tengáis primos,
y primos que tengáis suegras.
Mirad que crimen más feo
en la provincia de Cuenca
cometieron tres ladrones
a eso de las doce y media.
Con un hacha, tres pistolas,
dos sables y una escopeta,
saltaron por una tapia
lo mismito que tres fieras.
Encuentran por fin al amo;
lo sacan en camiseta,
y en el corral, con el hacha,
le cortan brazos y piernas.
Buscaron a la criada,
y debajo de la artesa
la encuentran con el criado,
que estaba acostao con ella.
Y entonces el más canalla,
sacando un arma tremenda,
se tira sobre la chica,
que era andaluza y soltera.
Los otros dos asesinos
con el criado se enredan,
y el más viejo por delante
y el más joven a la inversa,
lo pusieron de pinchazos
lo mismito que una breva.
Y no contentos con esto,
lo cogen de la cabeza,
y al tenérsela en las manos,
se la cascan con dos piedras.
Muerto el amo, muerto el mozo
y la joven medio muerta,
los asesinos sacaron
morcillas de la despensa
y las frieron con vino,
y después con las tijeras,
destrozaron una sábana;
se llevaron dos pesetas …
Y a un santo Cristo de barro
le dicen cosas muy feas,
y el santo Cristo se calla
pa descubrir la tragedia.
¿Quién quiere, por cinco céntimos,
tomar la parte primera?
Ahora, en la segunda parte,
damos del suceso cuenta,
donde se ve que el que mata,
asesina, roba o quema,
muere a manos del verdugo,
como murió Luis Candelas,
como murió Juan Palomo
y otros mil de su ralea.
¿Quién quiere, por cinco céntimos,
tomar la parte primera?
Padres los que tengáis hijos,
hijos que tengáis parientas,
mirad qué crimen más feo
en la provincia de Cuenca
cometieron tres ladrones
a eso de las doce y media.
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