EL
SONETO DE LORCA
A
LA CIUDAD ENCANTADA
Por Pedro C. Cerrillo Torremocha
––––––––––––
Federico GARCÍA LORCA
El poeta pregunta a su
amor
por la Ciudad
Encantada de Cuenca(10)
¿Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?
¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?
¿Te acordaste de mí cuando subías
al silencio que sufre la serpiente
prisionera de grillos y umbrías?
¿No viste por el aire transparente
una dalia de penas y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?
Respecto al soneto de Lorca, forma parte
de la colección de once sonetos publicada en 1984 por el diario ABC(1) con el
título de Sonetos de amor. Aunque ya se conocía su existencia porque había una
serie de testimonios que así lo acreditaban(2),en las Obras Completas del
autor(3) sólo aparecían dos y con pequeñas diferencias que afectan a los
títulos: "El poeta pide a su amor que le escriba" se llama en la
edición definitiva "Soneto de la carta"; y el que, sin título,
comienza con el endecasílabo "Tengo miedo a perder la maravilla" se
titula ahora "Soneto de la dulce queja".
La constante temática de todos estos
sonetos -cuya redacción inició Lorca en 1935- es el "amor trágico",
lo que algunos han llamado "amor oscuro", expresión usada por el
propio poeta en el primer verso de uno de los sonetos: "Ay, voz secreta
del amor oscuro". "Amor oscuro" como sinónimo, sin duda, de
"amor secreto". Es, en general -aunque no siempre-, un sentimiento de
amor, cargado de dolor y de pena, a través del cual el poeta proyecta hacia
fuera su interioridad: una interioridad apenada,turbada, atormentada o
angustiada, pero envuelta siempre en una especie de caparazón metafórico que,
si no alivia la pena, sí la hace emocionante.
El soneto al que queremos referirnos,
"El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de Cuenca",
ocupa el séptimo lugar de la colección publicada por ABC y fue compuesto por
Lorca en 1935, escribiéndolo a mano en papel con membrete del Hotel Victoria de
Valencia. El poema es una pequeña joya que ofrece una especial singularidad, ya
que, junto a ese amoroso sentimiento que manifiesta el poeta, aparece una
descripción muy lírica de un paraje muy concreto, el de la Ciudad Encantada.
En forma de largas preguntas cuyo tono
recuerda al de una carta, Lorca nos presenta esa dualidad, tan fundida y tan
compacta, que llega a no parecer tal dualidad: paisaje y amor; naturaleza y
sentimiento. La organización en el texto es perfecta: al primer elemento (más
objetivo) corresponden los dos cuartetos; al segundo (más subjetivo), los dos
tercetos. No obstante, son continuas las referencias líricas que pasan de la
primera a la segunda parte y viceversa.
El poeta ha logrado una construcción
modélica del soneto a partir de seis preguntas, de las que no se espera
respuesta, y a través de las que no trata de describir nada (aunque pudiera
parecerlo); lo que el poeta hace es un recuento de sensaciones, muy emotivas en
su expresión, sobre las que él mismo intenta saber si "su amor" las
sintió como él las expresa; parece como si Lorca le hubiera advertido, con
anterioridad, sobre las maravillas de lo que iba a ver, como si él mismo las
hubiera visto -y vivido- antes.
Las seis preguntas aparecen en el poema
ordenadas en gradación creciente en intensidad: a cada cuarteto corresponden
dos (encabalgando los versos por completo) y una a cada terceto (también en
versos encabalgados), formando una doble estructura paralelística notablemente
lograda.
En el primer cuarteto expone ya la
afirmación de la belleza de la Ciudad Encantada desde una personificación del
misterio abstracto: el agua (como fenómeno geológico) ha ido labrando el
paraje, gota a gota, creando un conjunto de elementos naturales que toman
diversas formas y que en los versos de Lorca se traducen en "sueños",
"rostros", "caminos". La primera de las preguntas (vv. 1 y
2) se refiere a la propia "ciudad", tras haberse producido la visita
de "su amor"; una metáfora verbal ("el agua labró") aporta
el componente lírico que es característico a todo el poema. Al respecto,
asombra la síntesis con que el poeta es capaz de expresar cómo se configuró la
"ciudad" y de aproximarnos a una idea poética de su enclave (difícil
de percibir para quien no la conozca). La segunda pregunta (vv. 3 y 4), con
mayor precisión, ofrece elementos temáticos diversos ("sueños",
"rostros",...), unidos en polisíndeton por el "azote del
aire"; son elementos muy distintos entre sí, ya que vemos posibles
referencias al lugar (uno se puede imaginar allí "rostros" y
"caminos" milenarios), pero percibimos también ideas propias del
poeta ("sueños" y "muros de dolor" -de nuevo, en este caso,
en metáfora, ahora genitiva-).
El
segundo cuarteto se complica con elementos más figurados, porque aparecen
conceptos que tienen que ver con experiencias muy personales de quien habla: "grieta
azul de luna rota": expresionismo, casi pintura, junto a una realidad, la
del río –probablemente visto desde lo alto del Ventano del Diablo-, que no
lleva agua, sino "cristal y trinos". Las preguntas tercera y cuarta,
en este caso en evidente progresión poética, son puras expresiones
metaforizadas (metáfora verbal: "Han besado tus dedos..."; metáfora
adjetiva: "piedra remota"; metáfora oracional: "los espinos /
que coronan de amor..."; metáfora genitiva: "grieta azul de luna
rota", etc.),llenas de belleza y con dos notas que hacen que no olvidemos
el dramatismo que caracteriza a estos poemas: la "luna rota" y
"...los espinos / que coronan de amor piedra remota".
En
los tercetos ya sólo se refiere al paisaje con dos elementos: "el
camino" ("subir al silencio que sufre la serpiente") y la propia
"serpiente" (para algunos críticos "pecado bíblico de amor"
[?](4); pero, quizá -más bien- imagen de los caminos zigzagueantes). Los tres
últimos versos, además, sintetizan la manifestación apasionada del poeta como
sujeto de amor, ya anunciada en los tres anteriores ("¿Te acordaste de
mí...?"), con el acompañamiento de una nueva metáfora oracional
("subías al silencio que sufre..."). Nuevas metáforas aparecen al
final: "dalia de penas y alegrías" (genitiva), "corazón
caliente" (adjetiva), reforzadas por una antítesis cargada de dramatismo
("penas / alegrías").
Una
visita de García Lorca a Cuenca Lorca visitó Cuenca en abril de 1932, en plena
Semana Santa, es decir, tres años antes de que comenzara la redacción de
Sonetos de amor, sin que tengamos noticia concreta de otros viajes, ni
anteriores ni posteriores. En dicho viaje (que Lorca realizó en compañía de
Rafael Martínez Nadal y del diplomático chileno Carlos Morla Lynch), no
visitaron la Ciudad Encantada. La descripción del mismo que hace Morla(5) así
lo certifica, al tiempo que no incluye ninguna referencia a un conocimiento
anterior de la ciudad ni del paraje por parte de Federico. Aunque los tres
amigos pretendían visitar Salamanca, decidieron en el último momento (Miércoles
Santo, abril de 1932) viajar en autobús a Cuenca ("...La ciudad enclavada
en la Sierra a plomo sobre el Júcar", la describió el propio Morla). Se
instalaron en el hotel Iberia y enseguida se fueron a la Plaza Mayor, en donde,
con un cirio en la mano, se incorporaron a la procesión tras el paso de la
Virgen de la Amargura. Al día siguiente, Jueves Santo, fueron a Palomera; al
regresar a Cuenca pasearon y entraron a varias iglesias, presenciando por
último el desfile procesional de ese día. El Viernes Santo vieron todas las
procesiones y por la noche el profesor Juan Giménez Aguilar les acompañó a
visitar la ermita de la Virgen de las Angustias (tradición de gran arraigo en
el Viernes Santo conquense) y les invitó a su casa. Aparte del testimonio de
Morla Lynch, poca información más tenemos sobre dicho viaje; las referencias
que otros biógrafos o estudiosos de Lorca han hecho del mismo son anecdóticas;
sirva como ejemplo la de Marie Laffranque: "Semaine Sainte. Excursion à
Cuenca"(6), y cita, al respecto, el texto de Morla.
Sí
existen testimonios orales aislados (del citado Martínez Nadal, p.e.) que se
refieren a otras posibles visitas de García Lorca a Cuenca, de ninguna de las
que se ha podido ofrecer algún detalle que las pudiera confirmar. Se ha dicho
que pudo ir en 1935 (recordemos que es el año en que redactó el poema que
comentamos), bien con La Barraca (que él mismo dirigía; algo harto improbable,
porque los itinerarios seguidos por la compañía, por toda España, están
perfectamente fijados); o bien en alguna de las excursiones que organizaba Odón
de Buen (catedrático de la Universidad Central de Madrid); incluso se ha
llegado a insinuar que pudo haber sido invitado por Giménez Aguilar a la
inauguración de la carretera que unía Cuenca con la Ciudad Encantada. Todo ello
son meras suposiciones; desgraciadamente, no hay ninguna constancia, tampoco
dato ni pista, por pequeños que sean, que nos indiquen la presencia de Lorca en
Cuenca en el año 1935 (7).
Tampoco
hay ningún testimonio de ninguna otra visita de Lorca a Cuenca, ni antes ni
después de la ya conocida de 1932. Precisamente, esta circunstancia es la que
provoca una sensación de misterio, al tiempo que algunas dudas, sobre el origen
de este poema. De su lectura parece desprenderse que Lorca debía conocer el
paraje de la Ciudad Encantada y, sin embargo, no hay ninguna constancia de que
lo visitara nunca; por eso, se han aventurado algunas hipótesis más, aparte de
las ya citadas. Así, Julio Huélamo(8), (el artículo aparece en las imágenes de
la derecha) afirma que: "Parece claro que, sin perjuicio de una posible
visita posterior, Lorca debió de conocer la Ciudad Encantada antes de
1928".
Lo
dice porque en su conferencia "Imaginación, inspiración, evasión"
(leída en octubre de 1928), Lorca se refiere a la imaginación de los hombres
como inventora de gigantes a los que los mismos hombres achacan "la
construcción de las grandes grutas o ciudades encantadas. La realidad ha
enseñado después que estas grandes grutas están hechas por la gota de agua
(...)". Palabras que se parecen mucho a las que incluyó Odón de Buen en
una Guía de Cuenca (1923) sobre la Ciudad Encantada: "No hubo cíclopes, ni
encantamientos ni titánicos esfuerzos (...) Un escultor paciente, que empleó
centenares de siglos en su labor, fue aislando bloques de caliza y moldeándolos
lentamente; ese escultor es el agua".
Dicho todo esto, habría que
preguntarse si Lorca visitó la Ciudad Encantada de Cuenca. Y si lo hizo,
¿cuándo tuvo lugar esa visita? Una primera lectura del soneto parece indicar
que sí debió conocerla, pero de la lectura literal del mismo no se desprende la
presencia necesaria y simultánea en el lugar del autor y de la persona a quien
se dirige (parece que se trata de Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca).
Es como si el poeta preguntara a su interlocutor -lejos el uno del otro- por
sus impresiones tras visitar un paraje que él mismo pudiera no haber visitado,
pero del que ha oído hablar tanto que se lo imagina fácilmente. De todos modos
no sería descabellado pensar que el poeta amplía el significado del nombre
"Ciudad Encantada" al conjunto de la ciudad de Cuenca, cuya
configuración orográfica - elevada sobre el centro de las hoces que forman los
ríos Júcar y Huécar-, así como sus alrededores, también pudieran representar el
plano real de las imágenes que aparecen en el poema. Mario Socrate dice que:
"Sobre esta ciudad mágica, visitada
por Lorca en 1932, existe en España toda una literatura. Valdrá la pena
recordar -porque seguramente lo tuvo en cuenta el poeta- un soneto burlesco
sobre Cuenca, atribuido a Góngora: "Érase en Cuenca lo que nunca
fuera", que recuerda la leyenda de la ciudad y el paisaje roto y rocoso,
con el río Júcar `en su áspera ribera´"(9).
Conociendo la personalidad de Lorca y
sabiendo su poderosa capacidad para la imaginación, no sería extraño que
hubiera compuesto el poema sin haber visitado personalmente el lugar al que se
refiere.
Por otro lado, no debemos olvidar algo
que ya ha dicho Andrew A. Anderson, refiriéndose a la descripción lírica de la
Ciudad Encantada que contiene el poema, que, a su juicio, es un pretexto de
Lorca para hablar de sus emociones y del carácter antitético de sus
sentimientos ("dalia de penas y alegrías", dice en el verso 13). Pese
a todo, todo quedaría mucho más claro si se pudiera encontrar un dato que
certificara otro viaje de Lorca a Cuenca distinto del conocido de 1932.
Sea como fuere, lo que nos queda es lo
que más importa: el poema; un soneto muy denso conceptualmente, provoca la
emoción del lector -sobre todo, como ya dijimos, del que conozca el lugar en el
que el autor nos sitúa, o, al menos, la ciudad de Cuenca-, probablemente debido
a esa proyección comentada del poeta hacia fuera, que es característica de todo
el poemario lorquiano que, por fortuna, hoy ya está definitivamente fijado.
Cuenca, la Ciudad Encantada de Cuenca, en
el caso de Lorca, y los ríos que enmarcan la ciudad, el Júcar y el Huécar, en
el caso de Gerardo Diego, son más universales gracias a estos dos poetas, uno
granadino y otro cántabro, que supieron transmitir con indudable maestría
literaria y no poca belleza –con la ciudad y los ríos conquenses como
protagonistas- un puñado de sensaciones y algún que otro sentimiento.
Notas:
(1)
Ed. Sonetos de amor. Madrid, 17 de marzo de 1984. (Separata).
(2)
Luis Cernuda cuenta que tuvo la oportunidad -en mayo de 1936- de oír, por boca
del propio autor, sus Sonetos de amor oscuro. (Vid. "Federico García
Lorca". En Estudios sobre poesía española contemporánea. Madrid.
Guadarrama, 1975, p. 172).
(3)
Vid. Obras Completas. Madrid. Aguilar, 19ª ed., vol. I, 1974, pp. 704 y 701.
(4)
Vid. MUÑOZ QUIRÓS, J.M.: "Un soneto amoroso de Federico García
Lorca". En Retama, 3. Cuenca, 1986, p. 40.
(5)
MORLA LYNCH, Carlos: En España con Federico García Lorca. Madrid. Aguilar, 2ª
ed., 1958.
(6)
LAFFRANQUE, M.: "Pour l'étude de Federico García Lorca. Bases Chronologiques". En Bulletin Hispanique,
LXV, 3-4, Toulouse, 1963, p. 352.
(7)
Sobre todo ello y por su gran interés, vid. MARTÍNEZ RUIZ, Florencio: "El
día que García Lorca estuvo en la Ciudad Encantada", "García Lorca
vino, amó (y se quedó) con nosotros en Cuenca" y "García Lorca,
penitente `sui generis´en la Semana Santa conquense". Todos ellos en El
Día de Cuenca (14 de abril de 1991, pp. 24 y 25; 3 de enero de 1995, pp. 20 y
21; y 11 de abril de 1995, pp. 20 y 21, respectivamente).
(8)
Vid. "El soneto El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de
Cuenca". En Los Domingos de ABC, 17 de agosto de 1986, pp. 42 y 43.
(9)
SOCRATE, Mario: Ed. Sonetti dell`amore oscuro e altre poesie inedite. Milán.
Gazzanti, 1985, p. 239.
(10)
En Obras Completas, ed. de M.G.P., vol. I, cit., p. 631.
-------------
Artículo copiado del
Blog El desván de mis libros, Publicado el 26 de julio de 2010.
No hemos podido
contactar con la redacción del blog, pero por su interés, nos hemos tomado la
libertad de publicarlo. En cualquier caso, queremos expresar nuestra gratitud
al Blog y al autor del artículo, don Pedro C. Cerrillo Torremocha.