jueves, 26 de noviembre de 2020

 



La tía Danzanta 

 

A MODO DE INTRODUCCIÓN 

En el I relato de La Gaveta, María Rius, cuando preguntaba al caminante por aquellas cosas y personas que recordaba de su añorado Tarancón, entre otras, cita “la cueva de la Danzanta”. En el relato que sigue a estas líneas, no nos dice si la tía Danzanta vivía en alguna de las cuevas del Camino Real de Cuenca, es decir, de la Cuesta de la Bolita. 

Si aquella Danzanta y la Tía Danzanta eran la misma persona, no lo podemos saber a ciencia cierta, pero es posible que sí, y su vida no fue un camino de rosas, pero al parecer era un personaje real, una mujer valiente y luchadora que sacó adelante a base de mucho trabajo y privaciones a sus hijos, con una valentía y dignidad que sólo las madres son capaces de sacar de su interior, y esoa pesar de los muchos disgustos que le trajo un marido bebedor, vago y pendenciero. 

María nos describe a la perfección un Tarancón muy pobre, con barriadas en las que se cebaba la falta de trabajo y oportunidades, es decir: la pobreza.

P.L.O.

 

 

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La tía Danzanta 

Era un manojo de nervios, sufrida y fuerte como el tronco de un olivo. Las arrugas que grababan su frente parecían fecundos surcos de besana. Tenían sus brazos nervudos y sarmentosos el patético escalofrío de la cepa desnuda. Su mano era raíz que ahondaba en la faena por un instinto de conservación. La vida había sido dura con ella. 

Tantos años tenía, que había perdido la cuenta. “Allá cuando los carlistas”, solía decir, recordando sus años mozos.  Todavía seguía trabajando para ganar el pan que comía. Mantenía las fuerzas, gracias a su constante actividad y la tonificante ‘sopeta de vino’* que tomaba después del sopicaldo. Era una miaja* de pan, mojada en tinto, que le daba calor a la entraña y la libraba de histéricos* y flatos*. 

Aquella viejecita tan menuda, tan pulida, tan pizpireta, parecía una figurita del belén de los niños. Tenía un andar airoso, los años no habían podido encorvar su busto erguido, galleante* y retador; porque no desdeñaba la pelea cuando le buscaban las cosquillas. Amplias sayas, jubón ceñido, toca de merino y pañuelo de cuatro puntas a la cabeza, componían su indumentaria de gala, con aquellas botas de agujetas, que eran todo un poema. Databan de largos años, tal vez de la guerra de los carlistas. Sólo las calzaba en las grandes solemnidades y los domingos para ir a misa; les tenía un respeto y unas atenciones como si se tratara de cosa sagrada. Cuando se las quitaba, después de bien lustradas, las volvía a guardar envueltas en un trozo de bayeta en el cofre de piel de cabra que tenía a los pies de la cama, sobre unos banquillos de madera. Los demás días calzaba unos zapatos de pana. Debía haber sido moza de grandes atractivos y muy graciosa. Se enamoró de un real mozo, bien parecido, ignorando la suerte que le esperaba; lo vio danzar en las fiestas del lugar y quedó prendada de su destreza. Se casó con él y después vino el desengaño, porque a aquel hombre sólo le gustaba la borrachera y la diversión. Rehuía el trabajo y, cuando no estaba en la taberna, se pasaba el tiempo entre el serijo* de zalea* y el jergón de la cama. Tuvieron varios hijos que ella sola sacó adelante asistiendo en las casas; haciendo recados y lavando ropa en el río y en los tinajones de los corrales. Cuando venían los hielos, la vida de aquella mujer era una tragedia, afrontada con valentía heroica. Cuando se emborrachaba el marido, la insultaba y en sus carnes dejaba las huellas de las palizas. Más de una vez se quedaron sin comer, bien porque volcara la sartén de las gachas o estampara el puchero de las judías en una valentonada de borracho. La mujer tenía que matarse trabajando para que aquellas criaturas no muriesen de hambre; el marido no solo holgazaneaba sino que la obligaba con amenazas a mantenerlo y a pagarle los vicios. A veces la tomaba con los chicos, y ella, para evitar represalias brutales, no tenía más remedio que ceder. En el fondo no era mal hombre y, en los escasos ratos que conservaba su lucidez, era ocurrente y ameno. Con los suyos se mostraba cariñoso, pero en cuanto bebía lo echaba todo a perder y se volvía brutal. Para los chiquillos tenía un atractivo especial cuando estaba sobrio y nos asombraba con sus profecías y refranes de Almanaque Zaragozano. Lo mirábamos como un ser mitad bruto, mitad sabio. De todo entendía un poco, sus respuestas a cualquier pregunta o consulta eran contundentes. Cuando tratábamos de ocultar las consecuencias de nuestras travesuras, por miedo a la reprimenda familiar, a él recurríamos en busca de remedio: “Tío Zacarías, que se me ha metido una paja en el ojo”. ‒“Suelta un salivazo y reza un padrenuestro…” 

En las escalabraduras* nos aplicaba una tela de araña y en los procinos* una perra gorda que sujetaba con el moquero, rodeándonos la cabeza. Recuerdo aquella vez que le llevamos el recental* blanco que nos habían regalado en Nochebuena, para consultarle como debíamos alimentarlo, porque se había negado a comer. Después de examinarlo bien, movió con pesimismo la cabeza y nos dijo: “No tiene remedio, este cordero está repiso* de haber nacío”. Y efectivamente, aquella noche se murió. 

Tocaba el acordeón y sus piezas preferidas tenían todas una cadencia dulzona, sensual, de lejanas tierras tropicales. Había estado en la guerra de Cuba y sentía la nostalgia del bohío*, los danzones* con las mulatas y el licor de caña. Conservaba una fotografía, muy borrosa, vestido de soldado; uniforme de dril* rayado, chacó* y alpargata valenciana. Era el único retrato que se había hecho en su vida y estaba colocado en un marco de rafia a la cabecera de la cama. Vivió bastantes años, pero un día sin duda se sintió repiso de haber nacío y se marchó al otro mundo dejando a la viuda muy consolada y dando gracias a la Virgen por haberla escuchado en sus ruegos. Éstos eran sobrevivir al marido tres años por lo menos, con el fin de conocer la tranquilidad y disfrutar a su manera, sin sobresaltos ni palizas. Cuando se vio sola, no supo qué hacer de su libertad. Sus hijos entonces estaban bien colocados; le habían comprado una casita y atendían sus necesidades. No tenía por qué preocuparse, pero el trabajo estaba tan arraigado en ella que no podía permanecer ociosa y mendigaba servicios y faenas sin remuneración, con el solo afán de ser útil. Si notaba resistencia en complacerla por miramientos a su edad, entonces soltaba con todas sus energías un “pelotero barco, todavía valgo” y se salía con la suya. 

Iba todos los días a misa y después se la veía por las calles, arrebujada en la saya que se echaba por la cabeza a manera de manto, haciendo recados en las casas ayudando en las faenas. En el rescoldo de la chimenea siempre tenía dispuesto un puchero de barro con las sopas o las judías que cocían parsimoniosamente, arrimadas al montón de paja que servía de combustible. 

Algunas noches le hacíamos compañía alrededor del fuego, escuchando sus leyendas y canciones. Recuerdo una, por la cual tenía predilección: 

Si vas a la fuente a por agua

me lavarás este hatillo* de ropa,

con gusto y gana.

Que la niña del amor

lava la ropa a gusto

y sin jabón se lava,

la tiende, la plancha.

Nos gustaba hacerla rabiar y ella se divertía con nuestras fechorías, pero lo disimulaba poniendo una cara muy circunspecta y soltando “pelotero barco”, que era la rúbrica de sus estados de ánimo. 

Cumplido el plazo para disfrutar de su viudez, la Virgen Santísima acudió a la cita y un buen día se la llevó de la mano despacito, sin hacer ruido… 

Se fue con sus botas tan lustradas, tan pulidas. Su cuerpo pulcro, ligero, casi etéreo, apenas si dejó huella en el lecho de su muerte. 

María Rius Zunón.

LA GAVETA, pág. 25. IV relato.

 

 

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GLOSARIO DE TÉRMINOS EN DESUSO 

*Boío: Cabaña de América hecha de madera y ramas, cañas o pajas, y sin más respiradero que la puerta. 

*Chacó: Morrión propio de la caballería ligera, y aplicado después a tropas de otras armas. 

*Danzones: Baile cubano similar a la habanera. 

*Dril: Tela fuerte o de hilo o algodón crudos. 

*Escalabradura: Descalabradura, herida recibida en la cabeza. 

*Flatos: Acumulación molesta de gases en el tubo digestivo. O bien, Melancolía, tristeza. 

*Galleante: Presumir de hombría, alzar la voz con amenazas y gritos. Enfurecerse con alguien diciéndole injurias. 

*Hatillo: Hato o lío de ropa pequeño. 

*Histérico: Muy nervioso y alterado, arrebato de histeria.  Anque no venga en el diccionario, creo que se confunde con la palabra “estérico”, que no viene en el diccionario y que en Tarancón llamamos así a la regurgitación que nos viene a la boca de ácido del estómago mezclado con el sabor muy desagradable de la comida a medio digerir. 

*Miaja: Migaja, porción pequeña de algo. Desperdicios o sobras de alguien que aprovechan otros. 

*Morrión: Prenda del uniforme militar a manera de sombrero de copa sin alas y con visera. 

*Procino: Procede de “brocino”: chichón muy abultado en la frente. Se ponía sobre él una moneda con un vendaje prieto para intentar rebajarlo. 

*Repiso: Arrepentido. 

*Recental: Cordero que todavía mama. 

*Serijo de zalea: Asiento cilíndrico bajo fabricado con esparto tejido, normalmente alrededor del fogón de la chimenea. Cuando la parte del asiento se forraba de piel de cabrito o cordero, era un Serijo de Zalea. 

*Sopeta de vino: o “poza”, consistente en una rebanada grande de pan, rociada con vino tinto y espolvoreada de azúcar. Se nos daba como merienda a los chavales, pero se alternaba cada día con otra modalidad de poza: de aceite con azúcar, mantequilla, sobrasasa, etc… o bocadillos de fiambre. 

P. L. O.

 

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En Tarancón: Opinión y Cultura

Pedro López Ocaña

26-11-2020

 

lunes, 23 de noviembre de 2020

 



2 INICIATIVAS CONTRA LA DESPOBLACIÓN

 

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Panorámica del embalse de Alarcón. Foto Antonio Parra Cuenca.

 

Teruel Existe a instancia de Cuenca Ahora ha presentado dos enmiendas a los PGE que afectan favorablemente a la provincia de Cuenca relacionadas con la autovía de la Alcarria, el Valle de Altomira y el pantano de Alarcón.

 

La agrupación de electores Teruel Existe, integrados en el Grupo Parlamento Mixto, a petición de la asociación Cuenca Ahora, ha presentado  en el Congreso de los Diputados dos enmiendas al proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2021.


      Las dos enmiendas conllevan la construcción de infraestructuras muy importantes para tres zonas muy despobladas de la provincia de Cuenca. La primera enmienda afecta a la Alcarria conquense al retomar el proyecto aparcado de la Autovía de la Alcarria, concretamente el tramo de 159 kilómetros entre Guadalajara y Tarancón.

 



 El Valle de Altomira desde la sierra deL mismo nombre. Foto Antonio Parra Cuenca.

 

 


El Valle y la Sierra de Altomira desde el satélite. Foto Google Maps.

 

     La segunda enmienda que se presentará tiene que ver con el aprovechamiento del agua de los ríos y pantanos de nuestra provincia. La enmienda contempla que se realicen los informes necesarios para extender el regadío a dos zonas de nuestra provincia, el Valle de Altomira, y las poblaciones cercanas al pantano de Alarcón. Un embalse para el que se propone también una utilización recreativa con la construcción de las infraestructuras necesarias. Hay que recordar que  este embalse construido, en los años cincuenta, por iniciativa y  en beneficio de los Regantes de Valencia contemplaba la realización de infraestructuras que impidieran perjudicar a los pueblos ribereños como Valverde del Júcar, pero nunca se hizo. Las aguas para el regadío del Valle de Altomira podrían proceder, según los expertos, del trasvase Tajo-Segura o de concesiones históricas del río Guadiela.

 


Hermosa vista del Valle de Altomira.

 

      Cuenca Ahora valora muy positivamente esta acción de Teruel Existe y de todo el movimiento de la  España Vaciada (EVA) que ha colocado el tema de la despoblación en la agenda política española de forma muy importante. Un movimiento que ha permitido que nuestra provincia, uno de los territorios más afectados por esta sangría, tenga la posibilidad  de presentar enmiendas a los PGE. Una visibilidad que lleva detrás el trabajo de muchos compañeros de Cuenca Ahora y de todas las asociaciones y plataformas que participamos de forma altruista en la EVA. 

 



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En Tarancón: Opinión y Cultura
23-11-2020

viernes, 20 de noviembre de 2020

 EL FUEGO

A modo de introducción

          Éste es seguramente, el más corto de los artículos de La Gaveta. Un incendio en una pañería y la respuesta popular para extinguirlo. Un buen puñado de voluntarios y espectadores combatiendo el fuego sin apenas medios y ningún conocimiento sobre cómo apagar un incendio.

        No nos dice María en qué calle sucedió, pero sí que era una calle empedrada de adoquines, que en un tiempo en el que casi todas las calles de Tarancón eran de tierra arcillosa, arena y zahorra*, que en los inviernos lluviosos se convertían en auténticos barrizales. Sólo unas pocas estaban empedradas, principalmente la actual Avda. Miguel de Cervantes, que se había convertido en la carretera Madrid-Valencia, al igual que la calle Zapatería, que siempre fue el Camino Real de Cuenca. El dictador Miguel Primo de Rivera las empedró al modificar el trazado, que antes cruzando por Belinchón pueblo, venía por el Camino Viejo de Madrid, que llegado a la Hontanilla subía al pueblo y lo cruzaba por la calle de San Juan para salir a Zapatería y desde allí continuar camino hasta Cuenca. 


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EL FUEGO

 

A la salida de misa mayor, ante la expectación y el estupor de una oleada humana que daba su paseo dominguero por la calle principal, se declaró el incendio en la pañería de Juanillo el gorrero, a falta de bomberos profesionales y de medios adecuados, pronto se improvisaron cuadrillas de mozos. Voluntariamente se prestaron a combatirlo, formando cadenas con recipientes de agua que abastecían los pozos y aljibes de la vecindad. Otros se armaron de diferentes pertrechos como azadones, piquetas, escaleras y se dispusieron al asalto de la fortaleza. Enardecidos y envalentonados por la muchedumbre que los jaleaba con aplausos y aclamaciones como si se tratara de una fiesta taurina o de competiciones de bolos y cucañas, no se arredraron ante ningún obstáculo y arremetieron con todo lo que encontraban. A golpes de hacha destrozaron puertas, cristales y muros. Los enseres y artículos que arrojaban desde las ventanas se hacían añicos en el empedrado de la calzada. Este procedimiento idóneo de salvamento, hizo que la gente quedara sobrecogida y atónita sin dar crédito a los ojos. Cuando mayor era la expectación y el silencio, una voz quejumbrosa que salía del tejado, clamaba: “madre, madre, ¡mis pantalones!” Y otra que contestaba desde la calle: “Amuélate*. Si me hubieras hecho caso no los habrías destrozado y para las funciones* hubieran ‘estao’ tan hermosos”.

Pese a todo el desbarajuste se extinguió el incendio, que fue más espectacular que destructor. Al hacer balance se comprobó que la mayoría de los daños se habían originado por la ferocidad de los improvisados bomberos y por el pillaje de los desaprensivos. El pobre Juanillo se echaba las manos a la cabeza y decía: “Qué ruina, qué ruina. ¡Maldita sea! Si me lo llego a maliciar*, pronto os dejo intervenir en el fuego. Ya me hubiera apañado yo solo, aunque lo hubiera tenido que apagar a escupitajo limpio”.

Desde entonces, tal vez por resarcirse de las pérdidas, las gorras de Juanillo fueron aumentando de precio y disminuyendo de tamaño. Pero, como no hay mal que por bien no venga, al no podérselas encasquetar en el cogote, los mozos se las plantaban ladeadas y el clavel que lucían detrás de las orejas quedaba muy airoso.

María Rius Zunón. La Gaveta – III Relato

 

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Glosario de términos en desuso

*Amuélate: Fastídiate, etc…,  amolar: afilar o sacar punta a algún instrumento en la muela de esmeril, hoy se ha sustituido casi totalmente por ‘jódete’.

*Funciones: según el diccionario de la RAE, actos religiosos solemnes. En Tarancón, antiguamente se llamaba así a las Novenas a la Virgen de Riánsares que preceden a su festividad del 8 de Septiembre.

*Maliciarse: Sospechar, recelar, presumir algo con malicia.

*Zahorra: Gravilla de piedra. No hay otra traducción en el diccionario que le cuadre, pero en Tarancón se le llama ‘Zahorra’ a una mezcla de áridos (tierra arcillosa, arena, gravilla o cantos rodados de calibres variados.

 

 


 


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En Tarancón: Opinión y Cultura

Pedro López Ocaña

TARANCÓN

12-11-2020

 


martes, 17 de noviembre de 2020




 EL TREN CHURRERO
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A modo de introducción

Este artículo me recuerda cuando yo era un crío de 10 / 11 años y viajaba con mi padre a Madrid a revisiones médicas que eran frecuentes. El viaje siempre era en tren, en la clase de la gente corriente, no recuerdo si en segunda o en tercera, pero salvo que los vagones ya tenían alumbrado eléctrico, el resto era como lo describe María Rius unos cuantos años antes, tanto los asientos de madera, como el resto del mobiliario de los vagones, como los tipos humanos que ella tan finamente nos describe.

Recuerdo al vendedor de las tiras, largas y estrechas  llenas de números, que cada vez pasaba a vender para una nueva rifa, eran de un color distinto, y que repartía entre los viajeros a cambio de unas pesetas para optar al premio. Como mi padre era muy conocido por él, siempre nos tocaba la bolsa de caramelos.

A pesar de los muchos viajes que llevaba, no me separaba de la ventanilla, observando curioso cómo desfilaba ante mis ojos un paisaje que parecía girar en torno a un punto indeterminado del horizonte. Recuerdo que me llamaba la atención sobre todo, la lejana vista de una laguna que mi padre la llamaba el Mar de Ontígola. Yo no había visto todavía el mar, pero la verdad es que me lo imaginaba más grande y azul; o el Cerro de Los Ángeles de Getafe, que por entonces todavía estaba en ruinas por los bombardeos artilleros en un prolongado duelo a base de intercambiar bombas y obuses entre rojos y azules en la última guerra civil de España.

P.L.O.


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El Tren Churrero

 

De mi adolescencia recuerdo las cavilaciones y ajetreos que traía consigo un desplazamiento por ferrocarril; aunque el trayecto era bastante limitado porque raramente se sobrepasaban los cien kilómetros, parecía sin embargo, como si se tratara de una gran aventura o expedición al Himalaya. Si el destino era Madrid, se solía tomar el ‘tren churrero’ que partía de madrugada. El sereno* complaciente también participaba del viaje. Él hacía de avisador, con dos aldabonazos en la puerta advertía que era la hora de ponerse en macha. Fue siempre el despertador más eficaz y casi único, pues raro era el vecino que contaba con el ingenioso aparato* que más tarde se haría popular y maldecido a veces por los sobresaltos que producía la inoportuna campanilla. Algunos más devotos, se confiaban a San Pascual Bailón o a otro Santo predilecto, que debía despertarlos a cambio de unos padrenuestros que rezaban antes de dormir y el pacto quedaba concertado.

Con mucha antelación se preparaba el viaje minuciosamente. La Filaíza o la Cesárea eran las encargadas de proporcionar el medio billete, de aquellos de ida y vuelta que salían más económicos para el comprador y para el vendedor; ambos se beneficiaban con unos reales.

Día tras día se preparaba el viaje y los avíos. En el equipaje de los más previsores no faltaba el cabo de vela, pues era corriente que las lámparas de aceite que colgaban del techo de los vagones fallaran en su cometido, dejando al viajero a oscuras y salpicado de goterones pringosos. Muy laboriosa era también la preparación del almuerzo o merienda, reforzando la tortilla, magras y chorizos por si se retrasaba el tren o surgía algún imprevisto, además de las consabidas invitaciones e intercambios entre los compañeros de ruta. Los viajeros de tercera gozaban de grandes ventajas ajenas a la RENFE. No faltaba solidaridad; se ayudaba al necesitado, se compartían vituallas, mantas, cigarros y el buen humor que se prodigaba para hacer más soportable la falsilla* que dejaban marcada en las posaderas las tablas de los desvencijados asientos. Al ponerse el tren en marcha, aparecían los vendedores ambulantes y los que rifaban chucherías trasnochadas: bolsas de caramelos, galletas,… De una baraja mugrienta repartían naipes a cambio de unas perras; pasado algún tiempo volvían para cantar la carta premiada por arte de birlibirloque*. Nadie sabía cómo se verificaba el sorteo. El agraciado, después de recibir las felicitaciones calurosas como si se tratara del Gordo de Navidad, se mostraba ufano y generoso repartiendo el premio entre los compañeros.

Era frecuente encontrar agazapado debajo del asiento a algún maletilla o desgraciado que se había colado de ‘matute’*, por carecer de recursos para adquirir el billete. Todo el vagón, solidarizado, aceptaba de buen grado la complicidad, formando una barrera con piernas, mantas y paquetes para ocultarlo a los ojos del revisor. Las paradas  en las estaciones se aprovechaban para cumplir necesidades fisiológicas y para desentumecer los remos. Pronto aparecía el jefe de estación acompañado del lampista* y como poseído de ataques epilépticos agitaba la campanilla, a la vez que se desaforaba llamando: “¡viajeros al tren…!” Éstos, se rezagaban y acudían en tropel a última hora, abriéndose pasos a codazos y empellones.

“Apáñate como puedas la vestimenta y te echaremos una mano para alzarte hasta la ventanilla”, le gritaban a alguna pueblerina remisa* o despistada que aún estaba en el andén mirando las musarañas. Al fin se decidía a arremangarse las sayas haciendo un supremo esfuerzo por encaramarse al vagón, unas veces lo conseguía y  otras caía al andén envuelta en haldas* y refajos, que en ocasiones amortiguaban el golpe haciendo de paracaídas, con la consiguiente cuchufleta del público que terminaba por agarrarla a puñadas y meterla a fuerza de empujones por alguna abertura, mientras el tren jadeaba iniciando su marcha envuelto en una espesa y atufante humareda. Los adioses se hacían cada vez menos perceptibles y la estación recobraba su monotonía.


María Rius Zunón - La Gaveta. 7º relato. Pág. 37

 

 

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GLOSARIO DE TÉRMINOS EN DESUSO

* Birlibirloque (por arte de): Como por arte de magia.

 *Falsilla: Folio con rayas paralelas muy resaltadas que se ponía tras la hoja del papel de carta para que al transparentarse permitiese escribir con renglones rectos y paralelos entre sí.

 *Halda: Regazo o enfaldo de la saya. Cuando la mujer sentada tiene a un niño sentado o acunado sobre las piernas (sobre el halda).

 *Ingenioso aparato (el): Se refiere al despertador, que iba poco a poco conquistando los hogares a la vez que San Pascual Bailón iba cayendo poco a poco en el olvido.

 *Lampista: hojalatero, lamparero.

 *Matute (de): A escondidas, clandestinamente, sin pagar billete.

 *Remisa: persona apocada o indecisa a la hora de ejecutar algo.

 *Sereno: vigilante nocturno, que por entonces era un guardia municipal. En muchos pueblos, los serenos acostumbraban a “cantar las horas” con un tonillo igual al de otros lugares: “las doce y media y sereno”, dando así testimonio de que el cielo estaba raso y sin riesgo de lluvia, de ahí que se les conociese como los “serenos”, porque no hubiera quedado bien que les llamaran los nublados. Ignoro si en Tarancón cantaban las horas por las calles, ya que desde que se puso el reloj de la torre de la Iglesia, que daba las horas con tantas campanadas como la hora mandaba y sólo una campanada para las medias, se oían por todo el pueblo, que por entonces debía ser mucho más pequeño y con menos alturas.

                                                                                                                Pedro López Ocaña

 

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En Tarancón: Opinión y Cultura

17-11-2020