viernes, 9 de junio de 2017

EL VERDADERO CRIMEN DE CUENCA










El verdadero Crimen de Cuenca



      El siguiente relato, lo he extraído del blog El Desván de mis Libros. Es un relato de V. Sánchez Ocaña, publicado por El Heraldo de Madrid en 1927.

      Basándome en conversaciones con gente mayor de cuenca y otras personas oriundas de Albalate de las Nogueras, pienso que es el relato más auténtico y fiable; aunque existe algún otro, producto de la deformación por la transmisión oral de persona a persona y de pueblo en pueblo y ciudad, dando lugar a versiones algo diferentes y con mucha menos información.

      El artículo está bien documentado, no sólo por los recuerdos recogidos por el autor pocos años después, en Albalate de las Nogueras y en Priego, aportando, como veremos, documentos fiables.

       Lo cierto es que a los de Cuenca, nos han llamado desde entonces, por media España, los de "La Provincia el Crimen". Mi padre ya lo oía como algo muy arraigado cuando hizo la mili en la primera república; y yo lo seguí oyendo cuando la hice en 1971. Parece ser que en su tiempo, los relatores de Aleluyas, que viajaban por los pueblos contando sucesos trágicos, ayudados de un atril del que colgaban unas viñetas de tamaño suficiente para ilustrar a los boquiabiertos vecinos de pueblos pequeños y apartados, relataban con rebuscados, macabros y exagerados guiones aquel y otros sucesos buscando una buena colecta, en un tiempo en que pocos sabían leer y la prensa no llegaba tampoco a aquellas aldeas. Creo que así se formó la leyendo, o sambenito de EL CRIMEN DE CUENCA.

      Pero a mí, después de leerlo, me entra la duda de si Pilar Miró pecó de poco rigurosa al atribuir el nombre de "El Crimen de Cuenca" a su película, pues lo que en ella relata es el ERROR JUDICIAL DE OSSA DE LA VEGA, sucedido 17 años después de éste; y en ese suceso no se comete ningún crimen o delito de sangre, sino un abuso de autoridad y la brutalidad frecuente en un tiempo en que la tortura estaba a la orden del día, que provocó una confesión falsa y una condena injusta.

Pedro López Ocaña

En Tarancón: Opinión y Cultura




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El Crimen de Cuenca

EL CRIMEN DE ALBALATE DE LAS NOGUERAS
8 de marzo de 1893




Los implicados

      En la noche del 8 de marzo de 1893 se cometieron cinco asesinatos en la casa y familia de Hipólito Mayordomo, su esposa Manuela Bollo, sus hijos Manuela de veinte años, Pedro de quince, Toribio de trece y Cándido de diez; dice la sentencia que se dictó el 28 de septiembre de 1893 en el que fueron juzgados con Tribunal de Jurado, que fueron autores de cinco homicidios con ocasión de un robo, Juan Antonio Racionero Muelas, sus hijos Justo Racionero Viejobueno, de 30 años, Casto de 26 años, y Agripino de 18 años, acompañados de un amigo de la familia llamado Mariano Castro, alias Castrillo, de 24 años. Siendo también condenada la madre, Petra Viejobueno Martínez, como inductora de los hechos. Eran apodados “Los Pacotes”, conocidos por sus tropelías y en algunos casos por hurtos a los habitantes de Albalate, a los que tenían amenazados y coaccionados.

      Se dice que el padre Juan Antonio, “tenía una posición bastante desahogada, y aunque fue pobre en sus orígenes, llegó a reunir una pequeña fortuna que le permitió librar a sus hijos del servicio militar. Sin embargo, ha sido hombre que nunca ha trabajado”, así lo cuenta La Correspondencia de España del sábado 18 de marzo de 1893.

      Se acercaba el momento en el que el hijo menor, Agripino, debería incorporarse al servicio militar, y es de suponer, que la familia Racionero no tuviese el suficiente dinero como para pagar el rescate y decidieran realizar un robo en la casa de un vecino del pueblo que por su situación económica pudiera tener guardados los dineros suficientes para salvar al Agripino de comparecer en el Ejército.

      Conocían de antemano la ausencia del cabeza de familia, Hipólito, que en la fecha que cometieron el quíntuple asesinato se encontraba en la capital, Cuenca. Existe una tradición oral, propagada a través de unas coplas, que Hipólito se encontraba declarando en un juicio seguido contra él por estar acusado de un robo en la iglesia de Torralba, pueblo distante de Albalate unos nueve kilómetros. Lo más probable es que se encontrase en la capital realizando compras para su pequeño negocio de zapatero; además “se ocupaba en comprar y vender grano y distribuir pequeñas cantidades a rédito”. “Días antes, Hipólito Mayordomo, jefe de la familia, había vendido varias fanegas de trigo. La familia tenía en su poder unas quinientas pesetas, la mayor parte en calderilla”.

      También conocían la ausencia del hijo mayor de Hipólito, Mariano, según declararon varios testigos en el juicio, por haberlo manifestado públicamente, y en presencia de Agripino y Castrillo, diciendo que esa noche dormiría fuera de su casa.

      La Correspondencia de España, que desplazó a un corresponsal para dar la noticia in situ, dice en la edición del día 15 de marzo: “En las primeras horas de la mañana se vió por algunos vecinos la puerta de la casa abierta y al penetrar en ella se encontraron en el portal a la dueña de la casa, muerta, vestida, con varias heridas en la cabeza y cuello, el dedo índice de la mano derecha completamente separado de la mano; en una alcoba próxima al portal un joven de trece años, vestido con una mano casi separada del brazo, muerto; otro joven de 12, muerto, se encontraba acostado en la cama; en el primer piso se encontró muerta una joven de 20 años con el cuello casi separado del tronco, estaba en la cama y desnuda, y a su lado un niño de diez años, también muerto, con varias heridas en el cuello”. Mestre Martínez, que así se llamaba el corresponsal desplazado, describe el lugar como “un matadero humano”.

      Tras algunos careos entre los sospechosos, el Juez dicta el reconocimiento de sus casas en busca de las armas y el dinero robado, y cuatro de ellos confiesan su participación en los hechos. El día 16 de marzo de 1893, el periódico La Época dice: “Se encuentran ya convictos y confesos en la cárcel de Albalate los presuntos autores de la muerte de la familia de Hipólito Mayordomo. … Llamanse los asesinos Juan Antonio Racionero, tres hijos de este, Justo, Casto y Agripino, y un tal Mariano Castro, (a) Castrillo, amigo de los anteriores. Todos han confesado su delito con la mayor serenidad”.

      Serenidad en la confesión de los hechos; pero también en la ejecución de los mismos, prueba de ello es la declaración de Mariano Castro, Castrillo, refiriéndose a lo que sucedió después de cometer los asesinatos: “Cuando estaban ya bien muertos, los registramos, cogiendo lo que nos acomodó. Mis compañeros buscaron que comer, y cenaron lo que encontraron. Yo apenas si probé nada, porque tanta sangre y tanto muerto me habían impresionado”. Así aparece en La Correspondencia de España del 17 de marzo.
       Y es en este punto el momento apropiado para referirme a unas coplas de ciego, “anónimas”, que circularon profusamente por toda la comarca, y por otros lugares de España, y que en unas de sus estrofas dicen así:

        De lo que había en la casa,
        Los criminales cenaron,
        Y el gato que se acercó,
        Pues, también lo degollaron.

        …………………………

        Que ya puestos a matar,
        A todos los degollaron,
        Y hasta dentro de la casa
        Asesinaron a un gato.

      El autor conocedor del ingenio popular, incluyó estas estrofas con el fin de llamar la atención sobre estos sucesos, ya que no hay ningún dato que dé por cierto que los criminales matasen “hasta el gato”, y así de esta forma quienes las escuchaban de boca de los ciegos o compraban los pliegos de cordel, fueron transmitiendo, repitiendo y asociando el crimen de Albalate con aquél crimen en el que mataron hasta el gato, llegando a convertirse en un aforismo para definir un suceso en el que no se dejan testigos.

      Fueron traslados a Priego sede del juzgado de Primera Instancia, y de la Cárcel. Dice el periodista Mestre Martínez, de La Correspondencia de España, en la crónica publicada el 19 de marzo, y refiriéndose a una visita que había realizado a la cárcel para entrevistarse con los presos en la tarde del día anterior, que: “Cuando el jefe volvió una hora más tarde, deseando ver como se encontraba el enfermo, advirtió que Juan Antonio ya no existía. En la misma forma que estaba sentado había muerto”. También relata cómo fue su entierro en el Cementerio Municipal de Priego, y que el vecindario se aglomeró en la plaza para ver pasar el cadáver, yendo el mismo en una caja muy humilde costeada por el Municipio. Fue llevado al cementerio en un carro arrastrado por hombres pagados por el Ayuntamiento, y quedó sepultado sin caja y en un rincón, presenciándolo contadas personas.

      El sumario se cerró con más de 500 folios, se habían tomado más de 90 declaraciones y realizado 12 careos, dando traslado del mismo, junto con los apresados a la Audiencia Provincial de Cuenca, e ingresando los detenidos en la Cárcel Provincial de esta ciudad.
El día 26 de septiembre de 1893, comenzó el juicio oral, que levantó gran expectación tanto en la capital como entre los habitantes de los pueblos limítrofes a Albalate que acudieron a presenciarlo, llenando a rebosar la sala que se acondicionó para la celebración del mismo.

      Duró tres jornadas en las que se expusieron con toda crudeza los hechos, se presentaron las pruebas así como las armas utilizadas, y declararon varios testigos. Mostrando durante la celebración de las audiencias gran entereza y firmeza en sus declaraciones los acusados, negando todas las actuaciones anteriores y su participación en los hechos, hasta bien entrada la tarde del segundo día, donde incurrieron en graves contradicciones a las preguntas efectuadas por el Sr. Fiscal.

      A las cinco de la tarde del día 28 de septiembre se dio lectura del veredicto del Jurado, contestando afirmativamente a las 25 preguntas formuladas por el tribunal de derecho, considerando autores del horroroso crimen de Albalate a Justo Racionero Viejobueno, a sus hermanos Casto y Agripino y a Mariano Castro, Castrillo, siendo considerada cómplice Petra Viejobueno Martínez. A las siete y media, y ante un silencio sepulcral, el ponente Sr. Ferro dio lectura a la extensa sentencia, que en su parte condenatoria dice:

      “Fallamos: Que debemos condenar y condenamos a Justo, Casto y Agripino Racionero Viejobueno y Mariano Castro Soria como autores, con circunstancias agravantes del delito de robo con ocasión del cual resultaron cinco homicidios a la pena de muerte, que se ejecutará en la villa de Priego, que igualmente condenamos a Petra Viejobueno Martínez como cómplice de dicho delito a la pena de veinte años de reclusión temporal”.

      Los procesados proclamaron en distintos tonos de voz su inocencia, siendo trasladados a continuación a la cárcel “seguidos de cientos de personas”, aparentando cierta tranquilidad, fumando cigarrillos y dirigiendo amenazas al público. Los acusados decían: “¡Padres que tengáis hijos, rogad a Dios que no los castiguen nunca siendo inocentes! ¡Maldito Albalate!".

      Mientras se encontraban en la Cárcel Provincial a la espera de la ejecución de la sentencia, el quince de mayo de 1894, “falleció a consecuencia de una lesión de estómago” Casto Racionero Viejobueno, recibió los santos sacramentos de Penitencia y Extremaunción, no se le hizo entierro ni honras, encargándose la autoridad de su cadáver. Así consta en el Libro de Defunciones de la Iglesia de Santa Cruz, de Cuenca. 

      En comunicación al Juzgado Municipal de Albalate de las Nogueras para su asiento en el Libro de Registro de Penados se remite escrito dirigido por D. José Mª Sánchez Vera, Secretario de la Audiencia Provincial, en el que comunica lo siguiente:

      “Admitido el recurso de casación, el Tribunal Supremo acordó no haber lugar, y con fecha veintidós de febrero de mil ochocientos noventa y cinco, se dio una Real Orden, por la que se conmutó a Agripino Racionero Viejobueno la pena de muerte por la de cadena perpetua”.

MINISTERIO DE GRACIA Y JUSTICIA
REAL DECRETO

      Visto el testimonio de la sentencia dictada por la Sala de lo criminal del Tribunal Supremo declarando no haber lugar al recurso de casación admitido de derecho en beneficio de Agripino Racionero Viejobueno, sentenciado á la pena de muerte por la Audiencia de Cuenca como autor del delito de robo y cinco homicidios:

      Teniendo en cuenta la circunstancia de que este reo cuando cometió, en unión de otros, el delito por el que se le ha condenado, acababa de cumplir la edad necesaria para su completa responsabilidad penal, así como la de la presión ejercida en su ánimo por su madre y hermanos:

      Vista la ley provisional de 18 de Junio de 1870, que reguló el ejercicio de la gracia de indulto:

      Oída la Sala sentenciadora, de acuerdo con el Consejo de Estado en pleno, y conformándome con el parecer de Mi Consejo de Ministros;

      En nombre de Mi Augusto Hijo el Rey D. Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, Vengo en conmutar, por la inmediata de cadena perpetua y accesorias correspondientes, la pena de muerte impuesta a Agripino Racionero Viejobueno en la causa de que se ha hecho mérito.

Dado en Palacio a veintidós de Febrero de mil ochocientos noventa y cinco.

MARIA CRISTINA

El Ministro de Gracia y Justicia,
Antonio Maura y Montaner


        Fue publicado, curiosamente, el día siguiente a la ejecución de Justo y Mariano, es decir el 28 de Marzo de1895 en la Gaceta de Madrid. (Lo que hoy sería el BOE).

      Justo Racionero Viejobueno y Mariano Castro Soria fueron ejecutados públicamente en Priego el 27 de marzo de 1895. Y según las crónicas periodísticas de la época una “muchedumbre enorme de Priego y otros pueblos comarcanos presenció la ejecución”.

      En el Libro de Defunciones de la Parroquia de San Nicolás de Bari (Priego) figuran así inscritos:

          • “Justo Racionero Viejobueno, en la ciudad de Priego en el día veintisiete del mes de marzo y año del Señor mil ochocientos noventa y cinco fue ejecutado públicamente por la autoridad de la Justicia. No recibió ningún Santo Sacramento, ni testó, y en el mismo día enterrose su cadáver fuera de sagrado”.

              • “Mariano Castro, fue ejecutado públicamente por la autoridad de la Justicia, recibió los Santos Sacramentos de Penitencia y Eucaristía, no testó, en el mismo día fue sepultado en el camposanto de esta Parroquia a la orden del ritual romano”.

      ¿Qué fue de Agripino? Conmutada la pena de muerte como ya se ha dicho, fue desterrado para cumplir su condena a la cárcel de Larache, fijando su residencia tras salir de la misma en Alcazarquivir. Regentó un comercio dedicado a la venta de carne y mantenía permanentemente contacto con las tropas españolas allí acuarteladas preguntando en los cuarteles por quiénes eran de Cuenca. Cuentan las personas que llegaron a contactar con él que se mostró muy amable con ellos, y que en todo momento les ofreció y prestó su ayuda. Esto queda corroborado por una comunicación recibida a través de correo electrónico de una persona que me dice: “Yo nací en Alcazarquivir y conocí a Agripino. Se forjó una sólida situación económica. Y curiosamente a pesar de haber participado en tan horrendo crimen, en Alcazarquivir tuvo un comportamiento social influyente y generoso. Murió alrededor de 1965”.

      Hasta aquí el relato de los hechos, que en la prensa de la época los titularon como: “Los cinco crímenes de Albalate”. Se ha mencionado con anterioridad la gran difusión que tuvieron unas coplas de ciego o pliego de cordel, anónimas. Al no haber encontrado ningún original de las coplas de los sucesos del 8 de marzo de 1893, tan sólo transcripciones en viejos y desgastados cuadernos, escritas a mano y de difícil lectura, careciendo de la firma del autor, siendo el título y presentación de las mismas:

      “Lastimosa historia, en la que se cuenta y declara de una madre degollada con cuatro hijos y siendo, degollado en la casa hasta el gato y robadas quinientas pesetas, por cinco criminales malvados, en el pueblo de Albalate de las Nogueras, provincia de Cuenca, el día ocho de marzo del presente año, con los demás detalles que verá el curioso lector”.

      Debió de irle muy bien la venta de los pliegos al autor sobre esta lastimosa historia, ya que aparecen otras coplas tituladas: “Nueva y lastimosa historia, en la que se cuenta y declara los crímenes cometidos por Basilio Viejobueno, y terrible expiación del reo, ejecutado el 23 de febrero de 1892 en la villa de Priego, de la provincia de Cuenca”. Basilio, era hermano de Petra Viejobueno Martínez, había asesinado al Alcalde Villareal y al Juez Municipal Lino y por ello fue condenado a muerte y ejecutado en garrote.

      ¿Por qué nueva y lastimosa historia si los hechos eran anteriores? Otro dato es que ambos pliegos comienzan con los mismos versos: “Madre de los afligidos, Emperatriz de los ciegos”, y algunos giros y expresiones se repiten en ambas. En éste caso van firmadas por Mariano Culebras, e impresas en la Imprenta De La Plaza e Hijos, C/ Las Tablas, 28 de Cuenca.

      ¿Qué relación existe entre el llamado “Crimen de Cuenca” y los hechos que aquí hemos relatado?

      • En el caso del libro de Alicio Garcitoral utiliza ese título de forma metafórica para referirse a la situación social y política que se vive en la provincia de Cuenca en la época de la República.
      • “Las coplas” de Luis Esteso, son fruto de su fantasía aunque él llega a decir lo siguiente:

      A mi (me contaba) por poco me matan siendo chico. Vivía yo con una hermana de mi madre, doña Martina López de Haro, que era muy rica, y una noche entraron ladrones en su casa y la asesinaron y se llevaron todo el dinero ... A mí no me mataron por que dio la casualidad de que aquel día estuve malo con anginas y mi madre me llevó a mi casa a cuidarme. Si me llego a quedar con mi tía, como todas las noches, me "apiolan".

Heraldo de Madrid
6 Septiembre de 1927
Reportaje de V. Sánchez Ocaña
"El gran bigardo de Luis Esteso"




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      Un lector del Blog y de este artículo en concreto, Pedro Patricio Fernández, nos ha hecho llegar este romance de ciegos en el que se relata el crimen de cuenca, aunque muy dramatizado y exagerado, y seguramente bastante posterior al suceso, como hace suponer la distorsión de los hechos.
Nos ha parecido interesante incluirlo, porque viene a confirmar que fueron este tipo de romances recitados por los pueblos de más de media España los que fijaron el crimen de cuenca en la memoria colectiva.


      Padres los que tengáis hijos,
      hijos que tengáis parientas,
      parientas que tengáis primos,
      y primos que tengáis suegras. 

      Mirad que crimen más feo
      en la provincia de Cuenca
      cometieron tres ladrones
      a eso de las doce y media. 

      Con un hacha, tres pistolas,
      dos sables y una escopeta,
      saltaron por una tapia
      lo mismito que tres fieras.

      Encuentran por fin al amo;
      lo sacan en camiseta,
      y en el corral, con el hacha,
      le cortan brazos y piernas.

      Buscaron a la criada,
      y debajo de la artesa
      la encuentran con el criado,
      que estaba acostao con ella.

      Y entonces el más canalla,
      sacando un arma tremenda,
      se tira sobre la chica,
      que era andaluza y soltera.

      Los otros dos asesinos
      con el criado se enredan,
      y el más viejo por delante
      y el más joven a la inversa,
      lo pusieron de pinchazos
      lo mismito que una breva.

      Y no contentos con esto,
      lo cogen de la cabeza,
      y al tenérsela en las manos,
      se la cascan con dos piedras.

      Muerto el amo, muerto el mozo
      y la joven medio muerta,
      los asesinos sacaron
      morcillas de la despensa
      y las frieron con vino,
      y después con las tijeras,
      destrozaron una sábana;
      se llevaron dos pesetas …

      Y a un santo Cristo de barro
      le dicen cosas muy feas,
      y el santo Cristo se calla
      pa descubrir la tragedia.

      ¿Quién quiere, por cinco céntimos,
      tomar la parte primera? 

      Ahora, en la segunda parte,
      damos del suceso cuenta,
      donde se ve que el que mata,
      asesina, roba o quema,
      muere a manos del verdugo,
      como murió Luis Candelas,
      como murió Juan Palomo
      y otros mil de su ralea. 

      ¿Quién quiere, por cinco céntimos,
      tomar la parte primera? 

      Padres los que tengáis hijos,
      hijos que tengáis parientas,
      mirad qué crimen más feo
      en la provincia de Cuenca
      cometieron tres ladrones
      a eso de las doce y media.



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Mas información y otros artículos interesantes en:


EL DESVÁN DE MIS LIBROS



lunes, 5 de junio de 2017

POETAS DE TARANCON









JOSÉ RAMIREZ ESPADA



      Nació en Tarancón en agosto de 1917, dos años antes del Motín de Tarancón (La Huelga) y dos meses después del Motín de la Patata de Elvas (Portugal), en un tiempo complicado que presagiaba tiempos terribles.

      La poesía de Pepe Ramírez, es sencilla, muy popular y de una gran sensibilidad. No en vano el pueblo le llamó "Pepillo el Poeta". 

      Este poema lo hemos escogido entre los que aportó al libro "Antología de Poetas Taranconeros" publicado en 1997. Pero nunca faltó su aportación año tras año, al programa de las fiestas de Septiembre y también colaboró con el periódico provincial en sus distintas etapas editoriales, como en las revistas culturales locales Malena y Castillejo; sus poemas más queridos vieron la luz en  1990, en un libro titulado "MI PUEBLO Y YO", editado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Tarancón.

     Donde quiera que esté, quizás vagando entre estrellas y galaxias, seguirá componiendo sus poemas de amor y asombro.












TU RETRATO

      No tengo un retrato tuyo,
ni conseguirlo pretendo,
pues, para saber cómo eres,
no necesito tenerlo.

      Yo, sólo quiero llevarte
donde sabes que te llevo.
No en la corona de plata
del anillo de mi dedo.
Ni en la brillante plaquita
de metal, de mi llavero.
Ni entre el carnet y una estampa
de la virgen de mi pueblo,
o en la medalla que pende
cadena de oro, del cuello.

 No; yo no quiero llevarte
donde sepan que te llevo.
Donde robármelo puedan,
donde yo pueda perderlo;
donde si a alguien lo enseñara
me tildara de soberbio...

¡Donde yo llevo tu imagen
será siempre un gran misterio,
que no revelará nunca
memoria, ni pensamiento.

Mas... confieso con tristeza
que como nada hay eterno,
si un día, en hora imprevista
en paz en mi casa muero.

Pido a Dios que me conceda
que en derredor a mi lecho,
se encuentren mis familiares
rezándome un Padrenuestro...
      
Si alguno, en gracia me mira
en ese instante supremo;

¡Podrá ver, junto a mi alma,
subir tu RETRATO, al CIELO.


José Ramírez Espada
Septiembre de 1992



















EL SONETO DE LORCA
A LA CIUDAD ENCANTADA

Por Pedro C. Cerrillo Torremocha

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Federico GARCÍA LORCA

El poeta pregunta a su amor
por la Ciudad Encantada de Cuenca(10)


¿Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?

¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?

¿Te acordaste de mí cuando subías
al silencio que sufre la serpiente
prisionera de grillos y umbrías?

¿No viste por el aire transparente
una dalia de penas y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?



      Respecto al soneto de Lorca, forma parte de la colección de once sonetos publicada en 1984 por el diario ABC(1) con el título de Sonetos de amor. Aunque ya se conocía su existencia porque había una serie de testimonios que así lo acreditaban(2),en las Obras Completas del autor(3) sólo aparecían dos y con pequeñas diferencias que afectan a los títulos: "El poeta pide a su amor que le escriba" se llama en la edición definitiva "Soneto de la carta"; y el que, sin título, comienza con el endecasílabo "Tengo miedo a perder la maravilla" se titula ahora "Soneto de la dulce queja".

      La constante temática de todos estos sonetos -cuya redacción inició Lorca en 1935- es el "amor trágico", lo que algunos han llamado "amor oscuro", expresión usada por el propio poeta en el primer verso de uno de los sonetos: "Ay, voz secreta del amor oscuro". "Amor oscuro" como sinónimo, sin duda, de "amor secreto". Es, en general -aunque no siempre-, un sentimiento de amor, cargado de dolor y de pena, a través del cual el poeta proyecta hacia fuera su interioridad: una interioridad apenada,turbada, atormentada o angustiada, pero envuelta siempre en una especie de caparazón metafórico que, si no alivia la pena, sí la hace emocionante.

      El soneto al que queremos referirnos, "El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de Cuenca", ocupa el séptimo lugar de la colección publicada por ABC y fue compuesto por Lorca en 1935, escribiéndolo a mano en papel con membrete del Hotel Victoria de Valencia. El poema es una pequeña joya que ofrece una especial singularidad, ya que, junto a ese amoroso sentimiento que manifiesta el poeta, aparece una descripción muy lírica de un paraje muy concreto, el de la Ciudad Encantada.

      En forma de largas preguntas cuyo tono recuerda al de una carta, Lorca nos presenta esa dualidad, tan fundida y tan compacta, que llega a no parecer tal dualidad: paisaje y amor; naturaleza y sentimiento. La organización en el texto es perfecta: al primer elemento (más objetivo) corresponden los dos cuartetos; al segundo (más subjetivo), los dos tercetos. No obstante, son continuas las referencias líricas que pasan de la primera a la segunda parte y viceversa.

      El poeta ha logrado una construcción modélica del soneto a partir de seis preguntas, de las que no se espera respuesta, y a través de las que no trata de describir nada (aunque pudiera parecerlo); lo que el poeta hace es un recuento de sensaciones, muy emotivas en su expresión, sobre las que él mismo intenta saber si "su amor" las sintió como él las expresa; parece como si Lorca le hubiera advertido, con anterioridad, sobre las maravillas de lo que iba a ver, como si él mismo las hubiera visto -y vivido- antes.

      Las seis preguntas aparecen en el poema ordenadas en gradación creciente en intensidad: a cada cuarteto corresponden dos (encabalgando los versos por completo) y una a cada terceto (también en versos encabalgados), formando una doble estructura paralelística notablemente lograda.

      En el primer cuarteto expone ya la afirmación de la belleza de la Ciudad Encantada desde una personificación del misterio abstracto: el agua (como fenómeno geológico) ha ido labrando el paraje, gota a gota, creando un conjunto de elementos naturales que toman diversas formas y que en los versos de Lorca se traducen en "sueños", "rostros", "caminos". La primera de las preguntas (vv. 1 y 2) se refiere a la propia "ciudad", tras haberse producido la visita de "su amor"; una metáfora verbal ("el agua labró") aporta el componente lírico que es característico a todo el poema. Al respecto, asombra la síntesis con que el poeta es capaz de expresar cómo se configuró la "ciudad" y de aproximarnos a una idea poética de su enclave (difícil de percibir para quien no la conozca). La segunda pregunta (vv. 3 y 4), con mayor precisión, ofrece elementos temáticos diversos ("sueños", "rostros",...), unidos en polisíndeton por el "azote del aire"; son elementos muy distintos entre sí, ya que vemos posibles referencias al lugar (uno se puede imaginar allí "rostros" y "caminos" milenarios), pero percibimos también ideas propias del poeta ("sueños" y "muros de dolor" -de nuevo, en este caso, en metáfora, ahora genitiva-).

      El segundo cuarteto se complica con elementos más figurados, porque aparecen conceptos que tienen que ver con experiencias muy personales de quien habla: "grieta azul de luna rota": expresionismo, casi pintura, junto a una realidad, la del río –probablemente visto desde lo alto del Ventano del Diablo-, que no lleva agua, sino "cristal y trinos". Las preguntas tercera y cuarta, en este caso en evidente progresión poética, son puras expresiones metaforizadas (metáfora verbal: "Han besado tus dedos..."; metáfora adjetiva: "piedra remota"; metáfora oracional: "los espinos / que coronan de amor..."; metáfora genitiva: "grieta azul de luna rota", etc.),llenas de belleza y con dos notas que hacen que no olvidemos el dramatismo que caracteriza a estos poemas: la "luna rota" y "...los espinos / que coronan de amor piedra remota".

      En los tercetos ya sólo se refiere al paisaje con dos elementos: "el camino" ("subir al silencio que sufre la serpiente") y la propia "serpiente" (para algunos críticos "pecado bíblico de amor" [?](4); pero, quizá -más bien- imagen de los caminos zigzagueantes). Los tres últimos versos, además, sintetizan la manifestación apasionada del poeta como sujeto de amor, ya anunciada en los tres anteriores ("¿Te acordaste de mí...?"), con el acompañamiento de una nueva metáfora oracional ("subías al silencio que sufre..."). Nuevas metáforas aparecen al final: "dalia de penas y alegrías" (genitiva), "corazón caliente" (adjetiva), reforzadas por una antítesis cargada de dramatismo ("penas / alegrías").

      Una visita de García Lorca a Cuenca Lorca visitó Cuenca en abril de 1932, en plena Semana Santa, es decir, tres años antes de que comenzara la redacción de Sonetos de amor, sin que tengamos noticia concreta de otros viajes, ni anteriores ni posteriores. En dicho viaje (que Lorca realizó en compañía de Rafael Martínez Nadal y del diplomático chileno Carlos Morla Lynch), no visitaron la Ciudad Encantada. La descripción del mismo que hace Morla(5) así lo certifica, al tiempo que no incluye ninguna referencia a un conocimiento anterior de la ciudad ni del paraje por parte de Federico. Aunque los tres amigos pretendían visitar Salamanca, decidieron en el último momento (Miércoles Santo, abril de 1932) viajar en autobús a Cuenca ("...La ciudad enclavada en la Sierra a plomo sobre el Júcar", la describió el propio Morla). Se instalaron en el hotel Iberia y enseguida se fueron a la Plaza Mayor, en donde, con un cirio en la mano, se incorporaron a la procesión tras el paso de la Virgen de la Amargura. Al día siguiente, Jueves Santo, fueron a Palomera; al regresar a Cuenca pasearon y entraron a varias iglesias, presenciando por último el desfile procesional de ese día. El Viernes Santo vieron todas las procesiones y por la noche el profesor Juan Giménez Aguilar les acompañó a visitar la ermita de la Virgen de las Angustias (tradición de gran arraigo en el Viernes Santo conquense) y les invitó a su casa. Aparte del testimonio de Morla Lynch, poca información más tenemos sobre dicho viaje; las referencias que otros biógrafos o estudiosos de Lorca han hecho del mismo son anecdóticas; sirva como ejemplo la de Marie Laffranque: "Semaine Sainte. Excursion à Cuenca"(6), y cita, al respecto, el texto de Morla.

      Sí existen testimonios orales aislados (del citado Martínez Nadal, p.e.) que se refieren a otras posibles visitas de García Lorca a Cuenca, de ninguna de las que se ha podido ofrecer algún detalle que las pudiera confirmar. Se ha dicho que pudo ir en 1935 (recordemos que es el año en que redactó el poema que comentamos), bien con La Barraca (que él mismo dirigía; algo harto improbable, porque los itinerarios seguidos por la compañía, por toda España, están perfectamente fijados); o bien en alguna de las excursiones que organizaba Odón de Buen (catedrático de la Universidad Central de Madrid); incluso se ha llegado a insinuar que pudo haber sido invitado por Giménez Aguilar a la inauguración de la carretera que unía Cuenca con la Ciudad Encantada. Todo ello son meras suposiciones; desgraciadamente, no hay ninguna constancia, tampoco dato ni pista, por pequeños que sean, que nos indiquen la presencia de Lorca en Cuenca en el año 1935 (7).

      Tampoco hay ningún testimonio de ninguna otra visita de Lorca a Cuenca, ni antes ni después de la ya conocida de 1932. Precisamente, esta circunstancia es la que provoca una sensación de misterio, al tiempo que algunas dudas, sobre el origen de este poema. De su lectura parece desprenderse que Lorca debía conocer el paraje de la Ciudad Encantada y, sin embargo, no hay ninguna constancia de que lo visitara nunca; por eso, se han aventurado algunas hipótesis más, aparte de las ya citadas. Así, Julio Huélamo(8), (el artículo aparece en las imágenes de la derecha) afirma que: "Parece claro que, sin perjuicio de una posible visita posterior, Lorca debió de conocer la Ciudad Encantada antes de 1928".

      Lo dice porque en su conferencia "Imaginación, inspiración, evasión" (leída en octubre de 1928), Lorca se refiere a la imaginación de los hombres como inventora de gigantes a los que los mismos hombres achacan "la construcción de las grandes grutas o ciudades encantadas. La realidad ha enseñado después que estas grandes grutas están hechas por la gota de agua (...)". Palabras que se parecen mucho a las que incluyó Odón de Buen en una Guía de Cuenca (1923) sobre la Ciudad Encantada: "No hubo cíclopes, ni encantamientos ni titánicos esfuerzos (...) Un escultor paciente, que empleó centenares de siglos en su labor, fue aislando bloques de caliza y moldeándolos lentamente; ese escultor es el agua".

      Dicho todo esto, habría que preguntarse si Lorca visitó la Ciudad Encantada de Cuenca. Y si lo hizo, ¿cuándo tuvo lugar esa visita? Una primera lectura del soneto parece indicar que sí debió conocerla, pero de la lectura literal del mismo no se desprende la presencia necesaria y simultánea en el lugar del autor y de la persona a quien se dirige (parece que se trata de Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca). Es como si el poeta preguntara a su interlocutor -lejos el uno del otro- por sus impresiones tras visitar un paraje que él mismo pudiera no haber visitado, pero del que ha oído hablar tanto que se lo imagina fácilmente. De todos modos no sería descabellado pensar que el poeta amplía el significado del nombre "Ciudad Encantada" al conjunto de la ciudad de Cuenca, cuya configuración orográfica - elevada sobre el centro de las hoces que forman los ríos Júcar y Huécar-, así como sus alrededores, también pudieran representar el plano real de las imágenes que aparecen en el poema. Mario Socrate dice que:

      "Sobre esta ciudad mágica, visitada por Lorca en 1932, existe en España toda una literatura. Valdrá la pena recordar -porque seguramente lo tuvo en cuenta el poeta- un soneto burlesco sobre Cuenca, atribuido a Góngora: "Érase en Cuenca lo que nunca fuera", que recuerda la leyenda de la ciudad y el paisaje roto y rocoso, con el río Júcar `en su áspera ribera´"(9).

      Conociendo la personalidad de Lorca y sabiendo su poderosa capacidad para la imaginación, no sería extraño que hubiera compuesto el poema sin haber visitado personalmente el lugar al que se refiere.

      Por otro lado, no debemos olvidar algo que ya ha dicho Andrew A. Anderson, refiriéndose a la descripción lírica de la Ciudad Encantada que contiene el poema, que, a su juicio, es un pretexto de Lorca para hablar de sus emociones y del carácter antitético de sus sentimientos ("dalia de penas y alegrías", dice en el verso 13). Pese a todo, todo quedaría mucho más claro si se pudiera encontrar un dato que certificara otro viaje de Lorca a Cuenca distinto del conocido de 1932.

      Sea como fuere, lo que nos queda es lo que más importa: el poema; un soneto muy denso conceptualmente, provoca la emoción del lector -sobre todo, como ya dijimos, del que conozca el lugar en el que el autor nos sitúa, o, al menos, la ciudad de Cuenca-, probablemente debido a esa proyección comentada del poeta hacia fuera, que es característica de todo el poemario lorquiano que, por fortuna, hoy ya está definitivamente fijado.

      Cuenca, la Ciudad Encantada de Cuenca, en el caso de Lorca, y los ríos que enmarcan la ciudad, el Júcar y el Huécar, en el caso de Gerardo Diego, son más universales gracias a estos dos poetas, uno granadino y otro cántabro, que supieron transmitir con indudable maestría literaria y no poca belleza –con la ciudad y los ríos conquenses como protagonistas- un puñado de sensaciones y algún que otro sentimiento.


Notas:
(1) Ed. Sonetos de amor. Madrid, 17 de marzo de 1984. (Separata).
(2) Luis Cernuda cuenta que tuvo la oportunidad -en mayo de 1936- de oír, por boca del propio autor, sus Sonetos de amor oscuro. (Vid. "Federico García Lorca". En Estudios sobre poesía española contemporánea. Madrid. Guadarrama, 1975, p. 172).
(3) Vid. Obras Completas. Madrid. Aguilar, 19ª ed., vol. I, 1974, pp. 704 y 701.
(4) Vid. MUÑOZ QUIRÓS, J.M.: "Un soneto amoroso de Federico García Lorca". En Retama, 3. Cuenca, 1986, p. 40.
(5) MORLA LYNCH, Carlos: En España con Federico García Lorca. Madrid. Aguilar, 2ª ed., 1958.
(6) LAFFRANQUE, M.: "Pour l'étude de Federico García Lorca. Bases Chronologiques". En Bulletin Hispanique, LXV, 3-4, Toulouse, 1963, p. 352.
(7) Sobre todo ello y por su gran interés, vid. MARTÍNEZ RUIZ, Florencio: "El día que García Lorca estuvo en la Ciudad Encantada", "García Lorca vino, amó (y se quedó) con nosotros en Cuenca" y "García Lorca, penitente `sui generis´en la Semana Santa conquense". Todos ellos en El Día de Cuenca (14 de abril de 1991, pp. 24 y 25; 3 de enero de 1995, pp. 20 y 21; y 11 de abril de 1995, pp. 20 y 21, respectivamente).
(8) Vid. "El soneto El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de Cuenca". En Los Domingos de ABC, 17 de agosto de 1986, pp. 42 y 43.
(9) SOCRATE, Mario: Ed. Sonetti dell`amore oscuro e altre poesie inedite. Milán. Gazzanti, 1985, p. 239.
(10) En Obras Completas, ed. de M.G.P., vol. I, cit., p. 631.


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Artículo copiado del Blog  El desván de mis libros, Publicado el 26 de julio de 2010.
No hemos podido contactar con la redacción del blog, pero por su interés, nos hemos tomado la libertad de publicarlo. En cualquier caso, queremos expresar nuestra gratitud al Blog y al autor del artículo, don Pedro C. Cerrillo Torremocha.